Tal día como hoy, hace 657 años, en Cervera (Segarra), se clausuraban las Cortes catalanas que constituyeron la Diputació del General –la Generalitat– en un organismo permanente. Hasta entonces la Diputació del General solo se reunía con la celebración de Cortes –que hasta entonces no se convocaban de forma periódica– o en circunstancias muy extraordinarias. En el año 1359 los estamentos con representación en las Cortes –los brazos– forzaron la constitución de la Generalitat con carácter permanente; inicialmente como un organismo de control de la fiscalidad –recaudación de tributos y gasto en inversión–, que el Rey solicitaba para financiar las empresas militares de defensa o de conquista.

En el régimen feudal la institución monárquica tenía una autoridad muy limitada. Ejercía de un coordinador que –por su prestigio– tenía reconocida la categoría de líder. Las grandes decisiones, pero, se tenían que negociar y pactar. Y la Generalitat –en Catalunya– era la institución creada a propósito para negociar los pactos entre el rey y los estamentos de poder catalanes. A convocatoria de las Cortes el rey se reunía y negociaba con los representantes de los brazos eclesiástico (las jerarquías católicas), militar (la aristocracia feudal) y popular (los representantes de las villas y de las ciudades que dependían directamente del rey) para pactar la participación en las empresas bélicas y su financiación. 

Con la crisis sucesoria de 1410-1413 –que se resolvió con el compromiso de Caspe– los estamentos catalanes negociaron la aceptación del nuevo rey –el castellano Fernando de Trastámara, prácticamente impuesto por los estamentos de poder aragoneses y valencianos– a cambio que la Generalitat pasara a tener plenas competencias legislativas, económicas y políticas; que previamente tenía que pactar con el rey. Es decir, ejercer de institución de gobierno del Principat. Se estableció que cada brazo aportaría cuatro representantes y que la figura del presidente –que se renovaría cada dos años– recaería permanentemente en el brazo eclesiástico. Catalunya se convertía, de facto, en una República gobernada por sus estamentos.