Tal día como hoy del año 1149, hace 868 años, Ramon Berenguer IV -conde independiente de Barcelona- firmaba la donación de una amplía extensión de tierras del paraje denominado Populetum (Conca de Barberà) a la Orden del Císter para fundar un monasterio reproduciendo los esquemas de la casa matriz de Fontfreda (Languedoc). Populetum, que en latín vulgar significa alameda, era un lugar selvático y despoblado en tierra de frontera. Poblet sería, inicialmente, un asentamiento estable para consolidar el dominio de la zona. En el transcurso del tiempo ganaría prestigio y dimensión y se convertiría en uno de los grandes actores del poder y en el panteón de la casa real catalano-aragonesa.

Cuando los condes barceloneses incorporaron aquella región a sus dominios encontraron un poblamiento débil formado por pequeñas comunidades de campesinos que se habían adentrado en tierra de frontera -tierra de nadie- huyendo de la escasez de recursos y de la violencia que ejercían los pequeños señores feudales -la clase militar subordinada a los condes- sobre los campesinos. La revolución feudal del año 1000 había convertido a Europa en un gran escenario de violencia -alimentado a propósito por los pequeños señores feudales- que presionaban a los campesinos para que les cedieran la propiedad de la tierra -que pasaban a trabajar como arrendatarios- a cambio de la seguridad de sus vidas.

El establecimiento de Poblet fue el fin de aquellas comunidades de campesinos libres que habían prosperado lejos de la superpoblación y de la violencia feudal. Fue concebido para encuadrar a la población existente y a la avalancha inmigratoria que llegaría posteriormente conducida por el poder. Ejerció como un señor feudal impersonal con la particularidad que, al ser un establecimiento del Císter, la organización se planteó como una gran factoría. En torno al monasterio se crearon molinos de aceite, bodegas de vino, carbonerías, cuadras y talleres de correajes, de carpintería y de vidrería; atendidos por mano de obra no religiosa subordinada al abad del monasterio. Una fuerza productiva que sería la base de la riqueza de Poblet.