Que el congreso del Partido Popular de este fin de semana y la asamblea ciudadana de Vistalegre II, que ha celebrado Podemos, hayan tenido lugar en Madrid y en las mismas fechas es una casualidad. Que las dos formaciones hayan hablado sobre todo de liderazgos, o mejor dicho, de hiperliderazgos, una curiosa manera de parecerse la vieja y la nueva política, y la derecha gobernante más a la derecha de Europa y la izquierda que hace unos meses se nos presentaba como una opción de gobierno revolucionaria en la época de la post-modernidad. Porque habrán aprobado muchas ponencias políticas, pero lo único que nos han sabido explicar el PP y Podemos es, en el primer caso, el caminar firme y sin rival de Mariano Rajoy hacia un nuevo mandato al frente de  la formación que lidera desde 2004 y que, de no surgir ningún contratiempo, en 2018 ya habrá superado el tiempo que permaneció su mentor, José María Aznar. También, el del fundador del partido, Manuel Fraga, que dirigió la organización 9 años entre Alianza Popular y Partido Popular.

Que Rajoy gobierna el partido sin oposición ninguna es una obviedad. Incluso, su principal adversario, José María Aznar, ha acabado prácticamente sin seguidores relevantes y contentándose con hacer, de vez en cuando, declaraciones subidas de tono que actúan más como un desahogo personal que como una llamada a conformar el embrión de una plataforma política alternativa. El ejemplo más claro de que Rajoy actúa sin contrapresos en el partido es cómo ha manejado la composición de los órganos directivos, incluido el número dos del PP: nadie supo nada en las horas previas, comunicó en el mismo congreso la continuidad de Cospedal y no tocó nada más que lo imprescindible. Los compromisarios entregados aplaudieron a rabiar.

El fin de semana de Podemos ha sido mucho más intenso, al menos en las formas, ya que sí hubo batalla de nombres por el control de la organización. Ganó Iglesias de una manera muy holgada a Errejón. Triunfó por tanto la línea más anti PSOE, no solo de este PSOE, bastante domesticado por el PP, sino también del que encabezaba el anterior secretario, Pedro Sánchez. Pablo Iglesias no quiere una alianza de las izquierdas sino que quiere ser el principal referente de la izquierda. Su victoria frente a Errejón ha sido clara y pese al discurso pronunciado tras su reelección, en el que hablaba de unidad y humildad, lo más probable es que el hasta ahora número dos pague su desafío perdiendo alguno de los dos cargos que ostentaba hasta la fecha, la secretaría política de Podemos y el cargo de portavoz en el Congreso de los Diputados. Estará ahí la vara de Iglesias y el desenlace del pulso entre Iglesias y Errejón. Todo ello, sin descartar que no acabe perdiendo los dos cargos. La derrota siempre tiene un precio.