El Gobierno español ha utilizado toda su maquinaria diplomática y ha conseguido cancelar el viaje que debía realizar dentro de una semana una delegación empresarial catalana abanderada por el president Puigdemont y, seguramente, con otros miembros de su gobierno a Marruecos. Puigdemont no viajará a Casablanca y Rabat, ya que de golpe su agenda de reuniones institucionales ha desaparecido. El problema es que Puigdemont no viajaba solo, sino que la misión comercial era fruto de un acuerdo de los gobiernos catalán y de Flandes, y también viajaba el presidente de aquella región flamenca y una delegación empresarial; lo que ha motivado que la prensa belga haya hablado abiertamente de presiones del Gobierno español a Marruecos y haya expresado su sorpresa y enojo

No hace falta ser muy perspicaz para adivinar lo que debe de haber sucedido. Entre otras cosas, porque viajar a Marruecos no es como hacerlo a un país occidental y las relaciones entre ambos reinos vienen regidas desde décadas a partir de soluciones políticas siempre encajadas a través de acuerdos económicos. Ya lo dijo el exministro de Exteriores José Manuel García-Margallo, España ha adquirido numerosas deudas en el extranjero con los favores que ha pedido para detener el proceso catalán y es del todo evidente que este es tan solo un caso más. Lo más paradójico de todo es que, para este viaje, el Govern catalán había hecho un seguimiento disciplinado de cómo quiere el Ministerio de Exteriores que se hagan los viajes fuera de las fronteras españolas. Vamos, que no sucediera como cuando Puigdemont se entrevistó con el expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter en su fundación de Atlanta, que cuando se enteró ya no pudo hacer nada, o cuando se celebró la reunión con el expresidente de la Comisión Europea, Romano Prodi.

En este caso, la Generalitat siguió todo el protocolo: se lo comunicó a Exteriores, dijo que era una misión empresarial catalanoflamenca, pidió ayuda a la embajada de España en Marruecos -cosa que, por otra parte, han hecho todos los presidents de la Generalitat siempre que han viajado, ya que el régimen alauita es muy estricto en los contactos que España no permite- y se limitó a esperar la respuesta. Esta llegó el viernes vía Gobierno marroquí: ningún responsable político marroquí, del nivel que sea, estará libre entre los días 7 y 9 de mayo para recibir a los presidentes de Catalunya y Flandes y a los más de 30 empresarios de la misión comercial. Por ello, la agencia oficial belga y la televisión pública de aquel país reaccionaban sorprendidos. Y el partido del Gobierno flamenco hablaba de diplomacia destructiva. Un concepto, quizás, a retener.

Por cierto, los empresarios no eran independentistas. Sino que eran empresarios. Alguien en Madrid debería haber tenido en cuenta también esto.