En plena ofensiva política y mediática del Gobierno español, el PP, el PSOE, C's, sus respectivas organizaciones políticas en Catalunya, pero también de los 'comunes', por boca, al menos, de su máximo representante en Madrid, Xavier Domènech, para presionar a Carles Puigdemont para que acudiera a la Conferencia de Presidentes autonómicos convocada por Mariano Rajoy el próximo mes de enero, al presidente del Gobierno español se le ha desmontado la cumbre. Y ha sido por donde menos se esperaba: el lehendakari vasco, Iñigo Urkullu. Por una vez, el titular del Ejecutivo de Vitoria ha salido de la zona de confort en la que se mueve la política oficial vasca y se ha alineado con su homónimo catalán. No es, ni mucho menos, un alineamiento con su hoja de ruta independentista pero el bofetón a la Moncloa es importante.

La campaña contra Puigdemont pierde fuerza y la política, que suele estar llena de paradojas, nos ofrece una bien curiosa. El moderado Urkullu, puesto como modelo permanentemente desde Madrid frente a Puigdemont, que gobierna Euskadi con los socialistas vascos y que sabe que puede contar con los diputados del PP, mantiene la misma actitud que el Govern catalán de Junts pel Sí al que apoyan los diputados de la CUP. En la hemeroteca reciente se encuentran, por ejemplo, unas declaraciones de Domènech asegurando que la ausencia de Puigdemont era una irresponsabilidad hacia el país. A partir de aquí, la lista de críticas es interminable entre los políticos unionistas.

La razón que aduce Urkullu para su ausencia es, en síntesis, que ha llegado el momento de priorizar la negociación bilateral dada la singularidad vasca. En parte, la misma de Puigdemont: las reuniones de todas las autonomías sirven de bien poco, al menos, para Catalunya. En estos momentos ya es irrelevante el desarrollo de la Conferencia de Presidentes ya que la reunión, si se mantiene, nace herida de muerte, puesto que únicamente acudirán presidentes del PP y del PSOE. Será interesante ver cómo encaja el Gobierno este contratiempo ya que creía haber encontrado un filón con la anunciada ausencia de Puigdemont para acorralarlo y presentarlo como un intransigente. La Operación Diálogo va en parte de eso: de crear estados de ánimo para revertir la imagen de quietismo del Gobierno español y enfocar hacia la inflexibilidad del independentismo catalán.

La primera, les ha salido mal.