La decisión del Gobierno español y la Fiscalía de extender la imagen de la represión del referéndum del 1 de octubre por las ciudades y pueblos de Catalunya, ordenando incluso a los agentes de las policías locales que actúen como policía judicial, está dando lugar a unas imágenes que inevitablemente nos tienen que retrotraer a los años anteriores a la muerte del general Franco o a los primeros años de la democracia. Una España en blanco y negro ha renacido de sus cenizas como si en estos más de cuarenta años no hubiera sido capaz de dar el salto definitivo a una democracia homologada y las costuras le hubieran saltado a las primeras de cambio. Cuando ha tenido que enfrentarse a una reivindicación democrática de la sociedad catalana, que tan solo pide votar en un referéndum de independencia. Y que está dispuesta a pactar todo lo demás, bien sea la fecha o incluso las condiciones.

Lejos de dar respuesta a esta demanda por cauces democráticos y políticos, se ha optado por la justicia y la policía. Este fin de semana han sido numerosos los actos en la calle o en recintos cerrados donde se han producido intervenciones policiales, retirada de material 'subverviso', que va desde una papeleta de votación hasta una escoba, presencia intimidatoria en actos de apoyo al 1-O, retirada de pancartas y carteles en decenas de municipios y varios actos más. Dirigentes políticos que están en la cocina de los preparativos del referéndum aseguran que en el tracking de las encuestas que están llevando a cabo y que, por ahora, no han sido confiscadas, se ha producido en la última semana un incremento en la movilización de los votantes de más de cinco puntos y que se supera con una cierta holgura el 50% del censo. Cabe deducir, por tanto, que la campaña del miedo lo que está produciendo es una movilización del movimiento independentista, pero a su vez una inclinación de los neutrales hacia la decisión de acudir a votar.

La actuación del Gobierno español es tan desproporcionada que incluso este fin de semana ha habido dos concentraciones en Bilbao y Madrid que deberían hacerle reflexionar. La de Bilbao, de varias decenas de miles de personas, porque entre sus promotores estaba el PNV, además de la izquierda abertzale. Es obvio que la represión del Estado acaba dejando en una posición incómoda al nacionalismo vasco y sobre todo a sus votantes. El caso de Madrid es diferente, pero el acto de este domingo ha superado las expectativas y ver un teatro repleto y otros cientos de personas en la calle cantando L'estaca de Lluís Llach casa poco con el manifiesto de intelectuales españoles del PP y del PSOE, tildando al 1-O de estafa antidemocrática y pidiendo a los catalanes que no vayan a votar. Por cierto, un manifiesto publicado como publicidad en un gran diario madrileño.

Otro manifiesto, dado a conocer este domingo, tiene que ver con más de 1.300 científicos catalanes en universidades y centros de investigación de todo el mundo, en el que anuncian su voluntad de votar y votar 'sí' para situar a Catalunya al lado de las naciones más avanzadas científica y tecnológicamente. Además de denunciar la represión del Estado. Lo preocupante es que los del 'sí' no se confrontan con los del 'no', sino que sus opositores son los que simplemente no quieren que se vote. Los que prefieren una España en blanco y negro.