El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, ha decidido echarle el primer pulso de la legislatura a Mariano Rajoy a raíz de que el presidente de Murcia, Pedro Antonio Sánchez, haya sido citado como investigado en un caso de corrupción en la región conocido como el caso Auditorio. Rivera ha pedido la dimisión de Sánchez mientras Rajoy sencillamente le ha ninguneado y ha dirigido su flota mediática contra el dirigente de Ciudadanos. Eso sí, el presidente del Gobierno ha hecho dos cosas para cubrirse las espaldas: las fiscales de Murcia que acusaban a Sánchez han sido relevadas y ha amenazado con elecciones anticipadas en la comunidad si Ciudadanos juega a desestabilizar el gobierno autonómico con los partidos de la oposición.

Con eso espera, seguramente, que sea suficiente para atemorizar al líder naranja. No es extraño que Rivera se encuentre incómodo con el papel de Ciudadanos en la política española. Han pasado de pretender ser aliados preferentes con el Gobierno del PP -de hecho firmaron un pacto de investidura con Rajoy, que en buena medida es ya papel mojado- a ser en el mejor de los casos plato de segunda. La razón es que la primera intención de Rajoy, y las instrucciones dadas, son siempre que el máximo de acuerdos los cierren los populares con los socialistas. El último ejemplo, el de los cuatro nombramientos de nuevos miembros del Tribunal Constitucional, ha sido revelador: dos para cada partido y ninguno para Ciudadanos. A ello se añade una desconfianza mutua que el tiempo no ha reducido.

Lo más interesante será ver si Rivera se ha metido en un callejón sin salida o por el contrario consigue doblar a Rajoy. Si sucediera lo primero, sería políticamente significativo para el líder de Cs, en unos momentos que su espacio electoral no lo tiene ni mucho menos consolidado. A ello se suman diferentes conflictos territoriales, el abandono de la posición de centroizquierda y su apuesta por ser un partido liberal de corte más derechista. También, una influencia bastante menor a la prevista en la interlocución con las grandes empresas. Ya se sabe cómo elimina Rajoy a sus rivales: por asfixia. Lentamente. José María Aznar, Jaime Mayor Oreja, Esperanza Aguirre, Pedro Sánchez (el socialista) y tantos otros. Ahora ha empezado a aplicar la misma técnica a Rivera.