Cuando el pasado viernes el ministro portavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo, pronunció, solemnemente y parapetado en la mesa oficial desde la que se dirige cada viernes para dar cuenta de los acuerdos del Consejo de Ministros, que a todo gobierno le preocupa la violencia, en relación con lo que puede suceder en Catalunya en las próximas semanas, estaba elevando a categoría de noticia algo que hasta la fecha solo era un rumor: ¿Se está trabajando desde las cloacas del Estado para que se produzca un incidente en las próximas semanas?

Cuesta encontrar si no una explicación razonable a las palabras del ministro portavoz. Desde el año 2010 se han celebrado en Barcelona seis grandes manifestaciones relacionadas de una u otra manera con la soberanía de Catalunya. La primera, como protesta por la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatut d'Autonomia, marcó un proceso de no retorno a la situación anterior y el final del régimen autonómico, tal como se había concebido hasta la fecha. Las otras cinco, cada año desde el 2012, lo único que han hecho ha sido cohesionar el movimiento independentista y fijar sus objetivos. El resto lo ha ido haciendo en buena manera el Gobierno del PP con sus continuas negativas. En ninguna de todas estas concentraciones, en las que se han movilizado millones de personas —seis, ocho, qué más da— se ha producido el más mínimo incidente. No es que haya habido incidentes menores, es que simplemente no se ha producido ninguno. Repito, ninguno.

En el año 2014, recuerdo perfectamente, algunas informaciones ya advertían de que se buscaba desestabilizar la concentración del 11 de septiembre. Estos últimos días, el Gobierno español ha juntado en un mismo paquete informativo represión y violencia. La represión ya se está viendo en las últimas fechas con querellas, notificaciones a un millar de responsables públicos, entradas en imprentas y medios de comunicación. Esa espiral irá a más a partir del martes, ya que alguien ha decidido en Madrid que había que dejar pasar la Diada para elevar la respuesta. Mientras, cadenas de televisión como La Sexta y presentadores estrellas como Farreras han expuesto sin ambages que en Catalunya la situación va a acabar con violencia. Marhuenda también ha hablado de violencia en Catalunya y Cebrián utiliza el diario El País también para hablar de violencia. Uno llega a la conclusión, y no es muy difícil, que parece que la deseen, porque no hay ejemplos que sustenten su preocupación.

De hecho, la violencia relacionada con el proceso independentista catalán no ha venido de los que defienden el referéndum, sino del bando contrario. La hubo en el Centre Cultural Blanquerna de Madrid en el año 2013, con condenas de hasta cuatro años de prisión por desórdenes públicos y agresiones, y la habido en alguna concentración que se ha celebrado en Barcelona.

Este lunes, cientos de miles de catalanes volverán a manifestarse por las calles de Barcelona. Y lo harán como siempre: en paz, convirtiendo en festiva una jornada reivindicativa y confiando que esta vez sí será la última que la ANC y Òminum les convocarán masivamente un 11 de septiembre.