El Pacte Nacional pel Referèndum ha recibido este martes todos los parabienes -justamente, por cierto- por el trabajo realizado durante estos meses y ha entrado en un letargo oficial hasta nuevo aviso cediendo todo el protagonismo en primera instancia al Govern y también a los partidos. Está bien mantener plataformas políticas y sociales del máximo consenso posible pero como en cualquier país normal los referéndums de independencia los convocan los gobiernos. Si son de autodeterminación, como es el caso, no son para cambiar el Estado. No lo fueron el del Quebec, que no pretendía otra cosa entre los partidarios que un Quebec independiente; ni el acordado entre Londres y Edimburgo para Escocia. Sorprende (o no) que los comuns planteen una cosa tan importante y trascendental como la otra cara de la moneda de la moción de censura que presentará Pablo Iglesias a Mariano Rajoy. Y no debe sorprender a nadie que Puigdemont descarte entrar en este juego un poco harto, como parece estar por las idas y venidas de la autodenominada nueva izquierda.

Esquerra Republicana y el PDeCAT sabrán lo que harán en esta moción de censura, más allá de que es obvio que en estos momentos no le deben nada a Rajoy. Pero tampoco es seguro que le deban nada a Iglesias. Al menos, nada tan importante como para dar sus votos en el Congreso de los Diputados a una moción de censura meramente cosmética sin que el líder de Podemos haga el mínimo gesto de apoyo al referéndum del gobierno catalán. Porque la cuestión para el independentismo no es en estos momentos qué España quiere sino que no quiere estar en España. Y esto, a los comunes no les gusta e incluso piensan que es una encerrona de Puigdemont, Junqueras, Mas, Romeva, Llach, etc, etc.

Como tampoco les gusta que Oriol Junqueras les enseñe las uñas de una manera poco habitual en él y les plantee todo un envite con una frase tan contundente como esta: "No hay neutralidades posibles entre los que hacen todo lo posible porque los ciudadanos voten y aquellos que hacen todo lo posible para impedir el derecho a voto". A buen entendedor pocas palabras bastan. Cuando Domènech se las haya trasladado a Ada Colau es probable que la alcaldesa empiece a pensar que el enfado con ella de los que pueden quedar inhabilitados y expuestos a daños judiciales mayores, incluso económicos, es importante. Y cuando Junqueras añade "anem per feina" explica un camino sin retorno a pocas horas del anuncio de la fecha y la pregunta del referéndum.