Cuando en 1962, hace la friolera de 55 años, Raimon subió por primera vez a un escenario en la entrega de unos premios literarios, poco podía soñar el cantante de Xàtiva que su nombre iba a ser el de uno de los artistas imprescindibles para conocer la historia del país. Cantante rebelde, icono de la lucha contra el franquismo, incansable defensor de la lengua catalana, buceador de poetas como Salvador Espriu, Ausiàs March, Joan Timoneda, Pere Quart, a los que ha musicado diferentes poemas y, lo que es más importante, ha ayudado a que sean conocidos por el gran público, ha sido galardonado por el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat de Catalunya -con la Medalla d'Or-, la Generalitat Valenciana y con el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes.

Al poner punto final a esta trayectoria este domingo por la noche desde uno de sus escenarios favoritos, el Palau de la Música, después de doce exitosos conciertos con los que se ido despidiendo lentamente de su legión de seguidores durante este mes de mayo, no es extraño que Raimon haya sentido una gran nostalgia y una gran tranquilidad. Nostalgia de las ansias de libertad soñada y que hoy están en claro retroceso; pero también tranquilidad por haber podido predicar siempre con lo que cantaba y demostrar así que la letra de sus canciones era también un compromiso. Como aquel Inici de càntic en el temple de Espriu, que acaba con este verso: "Ens mantindrem fidels per sempre més al servei d'aquest poble".

Decía hace unas pocas fechas el escritor Jordi Galves, una de las mentes más libres y excelsas de este pequeño país, en uno de sus brillantes artículos en este diario, que "cuando oímos a March en la voz de Raimon nos damos cuenta de que Catalunya no es un error histórico, sino una civilización milenaria". El cantante de Xàtiva recoge su guitarra a los 76 años, sus camisas muchas veces rojas, otras de color negro o blanco, con las que ha subido al escenario durante estas más de cinco décadas y, como el primer día, entona su canción más emblemática, Al vent, y así se retira entre aplausos. No estamos en 1959, cuando la escribió, pero la furia recentralizadora y de pérdida de libertades le ha dado una nueva actualidad. Suerte, Raimon. Gracias.