Aunque faltan dos semanas para las primarias del Partido Socialista, la presentación de avales de los tres candidatos, Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López han dejado claras tres cosas: que hay partido para la elección del próximo líder de los socialistas el día 21; que fue un error de todo el stablishment socialista apostar por la líder andaluza ya que su endeblez política e intelectual es demasiado evidente; y, en tercer lugar, que el PSOE que hemos conocido desde el inicio de la transición, el que surgió del congreso de Suresnes en 1974 y que ha tenido en Felipe González su gran referente y en el pacto vasco-andaluz el eje de su estrategia política, puede tener los días contados.

Si bien es cierto que Díaz ha ganado en avales una vez se ha llevado a cabo el recuento definitivo -59.390 militantes le han dado su apoyo frente a los 53.117 de Sánchez y los 10.866 de López-, durante más de 24 horas su victoria ha sido pírrica y quizás ha demostrado algo que es más viejo que el ir a pie: llevar el partido contra su historia y contra la voluntad de sus militantes puede ser muy aplaudido y avalado por los que los que son de otras formaciones políticas, pero no por los socialistas. La gran pregunta no puede ser otra que la siguiente: si eso ha sucedido en unas listas en que los miembros del aparato estatal, autonómico, provincial o local no tenían más remedio que retratarse con nombres y apellidos, ¿qué pueden acabar haciendo cuando el voto sea secreto y tengan que elegir entre una candidata que les ha llevado a votar a Rajoy como presidente del Gobierno y otro que fue desalojado de la secretaría general del PSOE con nocturnidad y alevosía en un trágico Comité Federal porque quería mantenerse en el no?

Es normal, por tanto, que a partir de aquí hayan empezado los nervios en la candidatura de Susana Díaz. Sobre todo porque Pedro Sánchez tiene muy poco a perder, ya que no pudo llegar a imaginar que con todo lo que ha pasado en los últimos meses la respuesta de la militancia socialista fuera la que ha sido. El PP tiene motivos para estar preocupado. Una legislatura que a finales del pasado año la presumía tranquila y con un PSOE amordazado y desplazado de su espacio natural se ha transformado en pocos meses en una muy diferente donde la corrupción popular ha emergido nuevamente a partir del gran impacto que han tenido los hechos de la Comunidad de Madrid, que han acabado con el expresidente Ignacio González en la prisión y, por otro lado, la citación como testigo de Mariano Rajoy en la causa que se sigue por la caja B del PP. Si a ello se suma que una hipotética victoria de Sánchez desplazaría nuevamente al PSOE a la oposición y se abriría un tiempo nuevo con Podemos de recorrido político desconocido no es tan extraño que en La Moncloa se haya encendido alguna alarma. Y su inquilino haya recuperado su frase favorita: "es que todo es un lío".