Más allá de la incómoda relación que mantienen el PSOE y el PSC, y que se sustenta, en buena medida, mucho más en intereses que en amor, hay una cosa muy llamativa: el desdén con que los dirigentes del socialismo español tratan a sus homónimos catalanes. Un menosprecio que ha arreciado a medida que el socialismo catalán ha ido perdiendo posiciones electorales en Catalunya, olvidando el socialismo español el ridículo mayúsculo en que está instalado con una gestora fruto de un golpe de estado contra Pedro Sánchez y atrincherada en una peculiar interpretación de los estatutos y sin convocar el congreso del partido.

El último dirigente socialista encargado de ningunear al PSC ha sido un tal Mario Jiménez que, según la Wikipedia, es portavoz parlamentario del PSOE de Andalucía y Susana Díaz lo ha encaramado al cargo de portavoz de la gestora del PSOE. Jiménez ha empezado el año con una jugosas declaraciones: el PSOE quiere decidir los pactos electorales del PSC tanto en los comicios autonómicos como municipales. Aunque hace tiempo que el PSC dejó de contar con aquella autonomía que le otorgaba el proceso de fusión del socialismo catalán, los nuevos cachorros del PSOE parecen decididos a acabar con la más mínima capacidad de decisión de los catalanes.

Este pasado fin de semana, una encuesta ofrecía un dato curioso: el presidente de la gestora del PSOE, el asturiano Javier Fernández, logra una valoración más alta entre los votantes del PP (un 5,21) que entre los electores socialistas (un 4,82). Eso sí, Fernández dirige el partido hacia un enorme agujero negro y, lo que es más peligroso, alterando las históricas líneas rojas: las alianzas preferentes son ahora con el PP, nunca con la izquierda. Claro que agarrado a la silla y sin primarias es muy fácil dar lecciones a todo el mundo.