Que un aeropuerto como el de El Prat consiga en cada nueva estadística que se conoce mejorar las cifras del año pasado tiene mucho mérito. Sobre todo porque las trabas de todo tipo que sufre le inmovilizan en algunos casos y en otros su marca se ve arrastrada por la incompetencia o la negligencia de las autoridades del Estado. La dependencia de Aena no le sale gratis a El Prat, como tampoco las decisiones que ha ido adoptando en los últimos años la compañía Iberia. En el primer caso, las dificultades para el establecimiento de rutas internacionales que tuvieran origen y destino en Barcelona ha sido importante. El segundo caso, el bloqueo de conexiones internacionales a que ha sometido Iberia a El Prat solo se entiende en un Estado tan centralista como el español en materia aeronáutica.

Ha tenido que ser la presión de compañías extranjeras -hacia América y Asia, fundamentalmente- las que alteraran la inacción española. Ahora, algo empieza a cambiar porque las compañías de otros países han entendido que el mercado catalán era suficientemente importante para instalar bases operativas y realizar vuelos directos con origen y destino en Barcelona. Pese a esta actitud de las autoridades españolas, las cifras de este cuatrimestre ofrecidas este viernes son muy positivas en lo que respecta al aumento de pasajeros (8,9%) -un 15,1% en vuelos internacionales- superior al que se ha producido en el aeropuerto de Barajas.

Y eso que siguen produciéndose escenas preocupantes en el control de pasajeros de El Prat donde se llegan a acumular retrasos de hasta dos horas y que se justifican por una coincidencia de grandes aviones procedentes del extranjero. Es obvio que el parche de personal de la Policía Nacional que se ha llevado a cabo y que ya denunciamos en su día es insuficiente. Lo dicen los mismos agentes y lo denuncian numerosos pasajeros que hacen declaraciones en diferentes medios de comunicación casi a diario y de una manera muy especial durante los fines de semana. Valdría la pena que la Generalitat exigiera con contundencia una actuación inmediata de la delegación del Gobierno y que no se limitara todo a declaraciones y buenas palabras. Entre otras cosas, porque este verano va a ser de récord en el aeropuerto de El Prat y existen los lógicos temores ante una situación que no por reiterativa es menos alarmante. Está en juego la imagen internacional de Barcelona. Y eso debería preocuparnos a todos.