Hace algo más de un año Xavier Domènech era un gran desconocido para la opinión pública. Sin embargo, una campaña electoral con una impronta de candidato fresco y gran capacidad oratoria, como se corresponde con su oficio de profesor, fue suficiente para catapultarlo a una posición política de privilegio: con Podemos en la rampa de crecimiento de la política española y con la alcaldesa Ada Colau arremangándose durante dos semanas por Barcelona y su conurbación metropolitana, Domènech -o sea En Comú Podem-  ganó los comicios españoles del 20 de diciembre de 2015 celebrados en Catalunya.

Esa victoria se repitió seis meses después prácticamente sin variaciones aunque las sensaciones fueron muy diferentes tanto para la formación morada como para sus adversarios. La primera vez, el resultado sorprendió por lo abultado de su triunfo; en la segunda ocasión, en cambio, el resultado fue agridulce y por debajo de las expectativas. En el imaginario catalán, las ambigüedades en el tema soberanista le estaban empezando a pasar factura. Estaba fresca la imagen de los diputados de Catalunya Sí que es Pot con sus carteles pidiendo un referéndum y echando en cara a la mayoría de Junts pel Sí y la CUP la aprobación de la declaración rupturista del 9-N de 2015.

Sin embargo, como muchas veces pasa en política, las tornas han cambiado y aquellos que exigían el referéndum huyen de él como gato escaldado entre declaraciones contradictorias un dia de Colau, otro de Asens, el siguiente de Pisarello o de Coscubiela, y así podríamos seguir un buen rato. En esta incómoda tesitura, Domènech parece haber dado con la piedra filosofal a todos sus problemas: que se convoquen elecciones ya.

Puigdemont, su gobierno y sus aliados parlamentarios decidirán o harán lo que más les convenga pero la salida de emergencia para los comunes no debería ser tan fácil. La mayoría social y política en Catalunya está claramente a favor de un referéndum y ésta es la batalla que los que están a favor del derecho a decidir han de dar este curso. Lo demás son monsergas o huidas por la puerta de atrás: aquella que conduce directamente a la fustración y a una auténtica via muerta.