Los militantes socialistas han devuelto este domingo a Pedro Sánchez a la secretaria general del PSOE con un resultado abrumador de casi diez puntos de ventaja y han restituído al político madrileño en el puesto de mando del que solo la conspiración, las malas artes y la pérdida del sentido de la realidad de las viejas glorias socialistas y del establishment mediático y financiero le habían desalojado el pasado mes de octubre. Con esta decisión se pone a cero el contador de la legislatura española y se inicia una nueva etapa con el lema sanchista claramente ratificado por la militancia socialista: "No es no". Ha ganado, sin matices, el "no es no" a Mariano Rajoy. Susana Díaz es un juguete roto por parte de todos aquellos que la introdujeron en la batalla y en la que ha emergido como una dirigente política demagoga, insustancial y sin proyecto. Las elecciones no siempre se ganan con cuatro frases huecas y con el anticatalanismo como bandera.

La victoria de Sánchez ha desbordado todos los pronósticos, hasta el extremo de que la candidata andaluza solo ha ganado en su tierra. El exlehendakari Patxi López se ha llevado Euskadi, y en todas las demás federaciones, así como en el PSC, se ha impuesto el ya nuevo secretario general. El resultado puede extrañar, en una primera aproximación: ¿cómo es posible que Sánchez se haya impuesto a todos los que pintan algo en el socialismo español? Sin embargo, en esta pregunta está también implícita la respuesta: los militantes socialistas, en unos tiempos en que las bases perciben más que nunca que el poder viene desde abajo, no han seguido las consignas de sus cuadros y de sus jefes. La exhibición restaba. Y con ella Felipe González, Alfonso Guerra, José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba, El País, El Mundo, ABC, los mayores diarios catalanes de papel, las televisiones españolas menos La Sexta y un largo etcétera, que hoy llorarán su escasa influencia, mañana avisarán del error de los militantes del PSOE y pasado mañana mirarán cómo rehacer puentes con los ganadores. Así es la política. La mala política.

Pedro Sánchez, al que le esperan muchas dificultades por delante, es hoy un candidato mucho más sólido de lo que parece. Básicamente, por tres motivos: su victoria es aplastante, ya ha pasado por el asesinato exprés -y una segunda vez se antoja imposible- y ha aprendido lo que es la traición de sus colaboradores y la necesidad de un equipo cohesionado.

Un último apunte: el PSC ha votado unánimemente a Sánchez y ha ganado. El secretario general del PSOE tiene una oportunidad para ensanchar el espacio socialista en España y eso no solo pasa por votar siempre en contra de Rajoy. Catalunya debería ser la piedra angular de su nueva política y rescatar al partido del inmobilismo en que se ha situado estos años, tanto con la gestora actual como antes con él mismo al frente del socialismo español. Es tiempo de coraje y iniciativas. Un primer gesto sería asistir hoy a la conferencia del president de la Generalitat, Carles Puigdemont, en Madrid, y demostrar que la discrepancia no está reñida con los necesarios puentes de diálogo. Si Sánchez asume que el error es ir a remolque de Rajoy, puede tener una oportunidad.