Visto lo visto en las últimas horas, el Gobierno español parece haber decidido enterrar nuevamente su tan cacareada Operación Diálogo. El banderín de enganche de los que aún creían -o más bien suspiraban- por una tercera vía ha quedado hecho añicos después de que se hayan filtrado desde el Palacio de la Moncloa toda una serie de medidas coercitivas para impedir el referéndum.

No es la primera vez en los últimos años que se especula con un movimiento del presidente Mariano Rajoy potente en la cuestión catalana para dar respuesta a los que desde posiciones moderadas le acusan de inmovilismo y acaba quedando en nada. Pero también es verdad que nunca como en esta ocasión se había puesto el acento en hacer creer que esta vez sería la de verdad.

El balance final de la Operación Diálogo se reduce a unas cuantas visitas de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaria a Catalunya, que sin duda seguirán repitiéndose; varias reuniones con afines ideológicos y un encuentro meramente informal e intrascendente con el vicepresident Oriol Junqueras. Nada de la anunciada entrevista entre Rajoy y Puigdemont, que se dijo que sería con seguridad en enero, y para la que aún no existe fecha concreta alguna. Tampoco ningún avance, ni pequeño ni grande, en los 46 puntos del documento que le entregó el president la pasada primavera en la Moncloa y que nada tienen que ver con el referéndum ni con el proceso independentista.

Así las cosas, de la situación de bloqueo hemos pasado a la puramente coercitiva. Al anuncio de que, llegado el caso, se precintarían los colegios electorales para impedir la celebración del referéndum sobre el futuro político de Catalunya y también la comunicación pública del encargo desde la Moncloa a los ministerios de Presidencia, Interior, Educación y Justicia, entre otros, de un plan integral para paralizarlo.

El Gobierno español ha decidido pasar al ataque en vísperas del juicio por el 9-N al expresident Artur Mas, la exvicepresidenta Joana Ortega y la exconsellera Irene Rigau y que tendrá una respuesta importante en la calle de protesta y movilización. En síntesis, hemos visto enterrar la Operación Diálogo y pasar a la Operación Precinto, por utilizar una etiqueta que ha hecho fortuna en Twitter. Pero si la primera ha sido siempre un farol la segunda coloca a la política española en un callejón sin salida.