El pasado 1 de diciembre de 2016 el diario El Mundo abría su portada a cuatro columnas con un llamativo titular: "Rajoy ofrece a la Generalitat negociar todo salvo la consulta".  En los dos subtítulos se reforzaba esta idea: "Santamaría traslada a Puigdemont que el ejecutivo acepta dialogar sobre 45 de los 46 puntos planteados por el gobierno catalán" y "Éste [Puigdemont] insiste que el referéndum debe estar sobre la mesa". Eran los primeros días de la denominada Operación Diálogo, Mariano Rajoy había conseguido, al fin, doblegar al PSOE –no sin que hubiera una atroz carnicería en Ferraz– para que le votara y Soraya Sáenz de Santamaría había abierto despacho en la Delegación del Gobierno desde donde Enric Millo mira, con permanentes globos sondas, de sembrar el caos en las filas independentistas. A diferencia de su antecesora Maria de los Llanos de Luna, que ignoraba absolutamente la política catalana, Millo, que había sido diputado de CiU en el Parlament entre 1995 y 2003, antes de recalar en el PP, conoce bien los resortes que ponen nerviosos a los independentistas, nuevos o de siempre, por haber militado en Unió Democràtica y en su ala más soberanista 

Pero volvamos a aquella portada de El Mundo. En los 80 días transcurridos desde aquella exclusiva, las únicas noticias que se han producido han sido el juicio en el TSJC al expresident Artur Mas y dos miembros de su gobierno; los dos procesos penales que tiene abiertos la presidenta del Parlament, Carme Forcadell; el proceso penal contra otros cuatro miembros de la Mesa del Parlament, tres de Junts Pel Sí –Lluís Corominas, Anna Simó y Ramona Barrufet– y uno de Catalunya Sí que es Pot, Joan Josep Nuet; la advertencia del Constitucional a todo el Govern de que se les abrirá un procedimiento penal si se convoca el referéndum; y todo un abanico de medidas coercitivas a llevar a cabo si el Govern no rectificaba y suspendía el referéndum. Lo último ha sido tratar de imponer el relato de que, vinculado al soberanismo, existe un català violent que se mueve en un cuadrilátero imaginario que religa el independentismo con el fascismo, la violencia y el terrorismo. En el marco estricto autonómico también ha habido noticias: desvío de fondos del Corredor Mediterráneo para obras en Madrid, declaraciones del ministro Catalá afirmando que el corredor no era tan prioritario, o promesas del ministro de Fomento de llegada del AVE  a su ciudad natal, Santander. Habría muchos más ejemplos y también muchas más portadas en la misma dirección que la de El Mundo en los dos meses largos del nuevo ejecutivo español.

Lo más sorprendente, o no, es que, pasado un tiempo, las portadas también vuelven como por arte de magia con palabras casi idénticas. Así titulaba este domingo su primera el diario El País: "Rajoy prepara una oferta sin referéndum para Catalunya".  Y el subtítulo: "El Gobierno pretende reconducir la crisis con una propuesta centrada en competencias e infraestructuras": Son aquellas 45 propuestas en las que el gobierno español está en falso, por cierto. A las pocas horas, Millo hablaba en TV3 de "encuentros a todos los niveles" entre ambos gobiernos "unos públicos y otros privados". Mientras El País elevaba el listón de gestos a Catalunya: ya no vendría el mastodóntico e ineficaz Senado sino que se celebrarían hasta Consejos de Ministros en Barcelona. No se avanzaba el sitio, pero ¿por qué no en el Palacio de Pedralbes?

Entrada la tarde, el president Puigdemont pinchó el globo desde Narbona asegurando con ironía que la propuesta Rajoy era "como el Espíritu Santo; todo el mundo habla pero nadie lo ha visto" y negó reuniones públicas y privadas, más allá de las conocidas y previsibles. Y destacó que su petición de reunión a Rajoy aún no tiene fecha aunque el gobierno español se comprometió a celebrarla antes de que finalizara enero. Un informe del Instituto Reuters del Estudio del Periodismo de la Universidad de Oxford elaborado en 2015 concluye que los medios de comunicación españoles  son los menos creíbles de Europa y los segundos menos creíbles del mundo. Seguramente, poco o nada ha cambiado en los dos últimos años. Es lo que sucede cuando la información ayuda a la propaganda.