Barcelona ha vivido este lunes la sexta jornada de huelga de metro en ocho semanas, con paros intermitentes en las horas punta que han provocado graves trastornos a los usuarios. Esta noticia, sin duda grave y reprobable por el enorme daño que causa a la movilidad de los barceloneses, parece no tener ni padre ni madre. Incluso peor, el gobierno de la ciudad ha conseguido que desaparezca del relato informativo del día a día ya que se desconoce qué pasos está dando para solucionar el caos generado y de lo único que se informa es de que las conversaciones entre la empresa municipal y los sindicatos no avanzan. No hemos visto tampoco a la alcaldesa de la ciudad expresar una gran preocupación ni a través de las redes sociales, en las que es una usuaria activa cuando le interesa, ni implicándose directamente en la solución del problema.

Lo más preocupante, sin restar ninguna importancia a la afectación que está teniendo la huelga sobre decenas de miles de ciudadanos que no están recibiendo la más mínima información, es que en el problema del metro llueve sobre mojado. La semana pasada se clausuró, al fin, la prisión Modelo de Barcelona. Una reivindicación largamente perseguida por gobiernos diferentes y que el conseller de Justicia, Carles Mundó, ha conseguido llevar a buen puerto. Bien sea porque las negociaciones con los sindicatos de la prisión no eran fáciles o por otras cuestiones, Colau ha tenido un papel muy menor estas últimas semanas. Tanto es así que aunque la Generalitat entregará las llaves de la prisión el próximo 1 de enero, el Ayuntamiento ha hecho saber que no decidirá su futuro definitivo hasta el próximo mandato municipal. Esperar parece ser la estrategia ante cualquier decisión.

Por no hablar de la paralización de las obras de las Glòries, un proyecto que es imprescindible culminar y que se halla en medio de una gran nebulosa. O el conflicto con el gremio de hoteles, que le acusa directamente de deteriorar la imagen de Barcelona. Si en estos problemas ciudadanos el papel de la alcaldía ha brillado por su ausencia, si se ha podido ver a la alcaldesa estas últimas semanas en inauguraciones varias de una cierta proyección de su imagen pública como la conferencia de ciudades con la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, o un nuevo edificio en el Hospital del Mar. Todo esto está muy bien y le toca a Colau estar presente. Pero es hora de que en su agenda mediática incorpore también los problemas de los barceloneses. Difíciles y complejos, sin duda, pero que precisan del timón firme en una ciudad cuyo liderazgo real a la hora de solucionar los problemas de los ciudadanos brilla por su ausencia.