Hace un año, el 22 de junio del 2016, escribí mi editorial en este diario con el título "El hedor de las alcantarillas" a raíz de la publicación de las famosas conversaciones entre el exministro del Interior Jorge Fernández Díaz y el exdirector de l'Oficina Antifrau de Catalunya Daniel de Alfonso. Era la primera vez que se disponía de audios en los que se escuchaba cómo se fabricaban pruebas para incriminar a adversarios políticos por el simple hecho de dar apoyo a la independencia de Catalunya, cómo una gestión desde Interior servía para afinar en la Fiscalia o cómo se utilizaban a determinados periodistas y medios para filtrar determinadas informaciones. Hoy, no he sabido encontrar un título que resumiera mejor la situación después de asistir entre estupefacto y perplejo a la entrevista del domingo por la noche de Jordi Évole al comisario jubilado José Manuel Villarejo en la Sexta. Y se nos anuncia para dentro de muy pocas horas un auténtico plato fuerte en la semana en que se nos está enseñando la podredumbre del sistema por capítulos. Se trata del documental que ha producido y dirigido Jaume Roures y que lleva por título Las cloacas de Interior y que se presentará en sociedad el miércoles por la noche.

Villarejo mintió en muchas cosas y en otras entró en contradicciones. Su expediente al respecto y declaraciones efectuadas con anterioridad permiten afirmarlo con poco margen de error. Pero eso no es lo más importante. Lo relevante es la impunidad con la que se han podido llevar a cabo muchas de estas acciones que más se asemejan a la actuación de una organización mafiosa que a un estado de derecho. No basta con decir que la gran mayoría de las fuerzas de seguridad no han participado de este linchamiento y tampoco han utilizado métodos ilegales. Tampoco basta con mirar hacia otro lado como están haciendo el Partido Socialista y Ciudadanos. No pueden seguir haciendo eso Pedro Sánchez y Miquel Iceta; tampoco Albert Rivera e Inés Arrimadas.

Encubrir la guerra sucia contra personas y organizaciones, contra entidades y partidos políticos es un camino de difícil retorno, en el que uno quizás no sabe como entra pero del que acaba costando mucho salir. Porque uno acaba teniendo la percepción de que el entramado de intereses es tan grande que una imperceptible telaraña acaba impidiendo que los resortes de una democracia acaben funcionando correctamente. No es tanto que la Fiscalía no se haya dado ni por enterada de lo que todos hemos podido oir en la Sexta, sino que la comisión de investigación del Congreso sobre la Operación Catalunya haya intentado evitar que sus miembros pudieran oír el documental de Roures.

No sé cuál será el final de esta semana, pero es evidente que habrá un antes y un después en la percepción de la opinión pública y, seguramente, también en los tribunales. Porque una democracia homologada no se construye a base de eslogans sino a partir de la libertad de sus ciudadanos.