El hecho de que el entrenador Pep Guardiola haya aceptado leer el manifiesto del acto unitario en defensa del referéndum que han convocado las entidades soberanistas para el domingo –48 horas después de que Puigdemont haya anunciado este viernes fecha y pregunta– demuestra la enorme capacidad que conserva el independentismo como fuerza transversal en el mundo global actual. Guardiola como metáfora de una amplia demanda ciudadana y como icono universal para enviar un mensaje potente al mundo. Como símbolo también son los economistas integrados en el colectivo Wilson, un auténtico dream team de prestigio internacional en las universidades de Harvard, Princeton, London School of Economics, y el Centre de Recerca en Economía Internacional (CREI). O el colectivo Praga, integrado por juristas de renombre. Mientras el independentismo conserve esta capacidad para despertar sensibilidades tan diferentes a favor del referéndum, el gobierno español se puede parapetar detrás de una interpretación sesgada de la Constitución, pero difícilmente se reducirá su fuerza en la calle.

El otrora todopoderoso dirigente socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, que puede haber perdido influencia entre la militancia del PSOE pero ni mucho menos capacidad de análisis, sentenciaba el pasado lunes en un acto público en Madrid: "El soberanismo catalán tiene un gran proyecto, todo y que no me gusta". Y añadía entre disgustado y conformado: "El Estado ha estado falto de un proyecto en Catalunya; nos guste o no, ha hecho dejación de sus funciones". Han tenido que pasar un montón de años y encontrarse al borde del abismo de una política nefasta y, en parte, humillante no solo para el independentismo sino para una buena parte de la sociedad catalana para adquirir una foto absolutamente nítida del problema español. El relato, hoy por hoy, lo han perdido, desde Rubalcaba a Margallo coincidirían en ello.

Por eso el debate en estos momentos está instalado alrededor de cuál será la respuesta del gobierno español a la acción que llevará a cabo el Govern el próximo viernes anunciando la fecha y la pregunta del referéndum. Hasta hace unas fechas, el debate era otro. ¿Cómo saldrán Puigdemont y Junqueras de un referéndum que no podrán convocar? Tendrá que ser con una convocatoria de elecciones... Una opción que, por otra parte, solo ha existido en los manuales de campaña del gobierno español y de las fuerzas unionistas.

El independentismo no llega a la convocatoria del referéndum exhausto como se quiere hacer ver. Ni dividido. Ni confuso. Llega esperanzado. También conscientes de la enorme fuerza de un estado que ahora sí deberá enseñar sus cartas. Y situar el listón de su respuesta institucional, jurídica y política ante un referéndum que no ha querido pactar y ha anunciado que no dejará que se haga aunque los catalanes respalden en el Parlament la posición del Govern y las encuestas den una mayoría social a favor del referéndum.