La organización terrorista ETA ha anunciado la entrega de las armas el próximo 8 de abril en un gesto unilateral e incondicional que hay que valorar y no despreciar. Cinco décadas de asesinatos y más de 800 muertos es el triste y lamentable balance en un momento en que la noticia solo puede ser bienvenida y en el que necesariamente habrá que requerir por parte del Gobierno español y, en menor medida, del francés altura de miras. El pasado deja una pesada carga sobre toda la sociedad y de una manera muy especial sobre aquella que más ha padecido y sufrido el terror, que no es otra que la vasca. Intentar hacer política de lo que acaba siendo la victoria de los valores de una sociedad democrática, no solo no tendría sentido sino que quien lo hiciera no merecería ser el depositario de aquellos que en el pasado solo pudieron acudir a los funerales de los asesinados.

Más de siete años sin ningún asesinato y casi seis desde que el grupo terrorista anunció el cese definitivo de la violencia ha servido para que el conjunto de la sociedad vasca entendiera, desde el primer momento, que se había abierto un nuevo tiempo. Una etapa que empezó siendo de esperanza y que hoy ya es de ilusión. Muchos han perdido en estas décadas familiares, amigos, conocidos o compañeros y estas ausencias necesitarán ser recordadas y con gestos de solidaridad. Cada uno de los directamente afectados deberá encontrar maneras para llenar este vacío que es inhumano y no tiene sentido. Pero el nuevo tiempo que hace mucho tiempo que se abrió paso en la sociedad vasca, que lógicamente necesitaba más que nada confiar en una final definitivo e irreversible, sin vueltas al pasado, ha llegado.

La gestión de esta nueva situación no va a ser fácil, entre otras cosas porque el peligro de la instrumentalización existe. Lamentablemente, existe aunque no haya nuevos muertos. El gobierno vasco y el navarro apelaron directamente al ejecutivo de Mariano Rajoy para que sepa leer la importancia del momento. Sería importante que mantuvieran en los próximos meses el mayor diálogo posible entre ellos en aras al bien común de los ciudadanos. Que Íñigo Urkullo y Uxue Barkos pudieran consensuar con el presidente del Gobierno español los pasos a dar y las gestiones a realizar. Diálogo, diálogo y diálogo.