La ciudad de Madrid vivió su tragedia terrorista el 11 de marzo de 2004 en la estación de Atocha, donde murieron 192 personas, y la ciudad de Barcelona estuvo a su lado. Barcelona ha sentido también en sus calles el terrorismo global este 17 de agosto de 2017, con quince muertos hasta la fecha, y la ciudad de Madrid ha estado a su lado. Las personas, ante las tragedias, son iguales en todas partes: generosas y solidarias. Desprendidas y próximas ante la fatalidad.

Pero de aquel 11-M y los días que siguieron no solo se recuerda la solidaridad a raudales de la ciudadanía. Se recuerda también la manipulación de la información y de la autoría de los atentados, tratando el Gobierno de Aznar de llegar a las elecciones españolas, tres días después, con la idea de que había sido ETA; el aprovechamiento del poder, quebrando la unidad de las fuerzas políticas e imponiendo una agenda supuestamente unitaria de aquellas trágicas horas; y también, el consenso en mantener las elecciones de 2004 con un discurso claro: el terrorismo no va a marcar la agenda electoral. Y no la marcó, un dato a retener para el futuro.

Hay que decirlo antes de que sea demasiado tarde: muchas cosas empiezan a recordar a aquellos días entre el 11 y el 14 de marzo de 2004. Con una diferencia, entonces había como ahora un gobierno del Partido Popular en la Moncloa, pero también había una oposición dispuesta a plantar cara al discurso de Acebes y compañía, ya que estaba en juego el Gobierno. Y bien que aprovechó el PSOE los errores del PP. La gestión de aquellas jornadas le dieron la victoria electoral y José Luis Rodríguez Zapatero fue llevado en volandas por la mayor cifra de votos que nunca tuvieron los socialistas.

Ahora no hay elecciones, pero en la política española y en muchos medios de comunicación hay algo incluso más grave, como es el hecho de que los catalanes quieren celebrar un referéndum el 1 de octubre. Faltan aún muchas semanas y no era necesario empezar esta sucia campaña que trata de contraponer la lucha contra el terrorismo al referéndum. Pero lamentablemente, pasadas las primeras 24 horas, antes incluso de que los Mossos resolvieran con acierto el intento de atentado de Cambrils, la campaña empezó. Y desde entonces no ha parado. Tratando de romper la fibra emocional del dolor que existe en Catalunya. Declaraciones, editoriales, informaciones, viñetas... todo parece valer, cuando la vibrante unidad civil que hemos visto estos días en Catalunya, si a algo obliga, es a respetar el dolor y a mantener la solidaridad.

Una sociedad viva como la catalana sabrá encontrar un momento para cada cosa y no despistarse ante chantajes emocionales crueles y perversos. El ejemplo más claro fue la convocatoria este mismo sábado para dentro de siete días de una gran manifestación por parte del president Puigdemont y de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. El lema será No tenim por, todo un icono que ya ha hecho suyo la ciudadanía catalana en medio de un profundo dolor. Y es que no hay mejor respuesta ante la tragedia, el fanatismo, la insidia y el insulto que gritar bien alto: No tenim por.