Al final, tendrá toda la razón del mundo el exministro de Asuntos Exteriores José Manuel García-Margallo: la factura que va a tener que pagar España por los favores internacionales pedidos a los gobiernos extranjeros va a ser alta, muy alta. Lo sabe muy bien Margallo, como recordó hace unas semanas explicando cómo habían sido sus casi cinco años como máximo responsable del Palacio de Santa Cruz y las negociaciones con diferentes colegas suyos de otros países para que las simpatías con el proceso independentista catalán fueran las menos posibles.

Y lo empieza a saber su sustituto desde el pasado mes de noviembre, el diplomático Alfonso Dastis. Mucho menos político que Margallo, pero, al fin y al cabo, parte de un engranaje muy entrenado en esta materia y supervisado permanentemente por la Moncloa. Se sabía desde el principio que la visita del president Puigdemont al Carter Center y su entrevista con el ex presidente de Estados Unidos traería cola. Y que la diplomacia española no se conformaría con haber tratado infructuosamente de impedir el encuentro con todos los medios a su alcance. Como tampoco ha sentado bien la visita de dos congresistas norteamericanos a Barcelona y las declaraciones de uno de ellos tras entrevistarse con Puigdemont a favor de la autodeterminación.

Hasta el extremo que para desacreditar el primer encuentro salió el hombre en Catalunya del partido en el Gobierno, Xavier García Albiol, asegurando que la Generalitat había pagado por la entrevista con Carter. Y después del ruido informativo que se produjo inicialmente, nunca más se supo. En el caso de los congresistas de los EE.UU. portavoces no oficiales de Exteriores jugaron más a fondo y subterráneamente dieron a entender, y se hicieron eco de ello algunas televisiones, que la Generalitat los había agasajado en exceso y que tras una cena oficial habrían acabado en mal estado físico.

En todo este contexto de irritación de la diplomacia española con el silencio de las autoridades norteamericanas hay que situar el comunicado de doce líneas emitido por la embajada de Estados Unidos. Un texto en el que se dice que la posición del Gobierno sobre Catalunya es un asunto interno de España y que están comprometidos a mantener la relación con una España fuerte y unida. Lo de una España fuerte y unida es herencia de la entrevista entre Obama y Felipe VI de hace unos meses en la Casa Blanca. Y lo de un asunto interno de España es la frase preferida de la diplomacia española cada vez que se habla del tema catalán.

En cualquier caso, no deja de ser una nota que lejos de reducir la importancia de las dos visitas, las amplifica. O si no, ¿a que viene dedicar tantos esfuerzos a una cosa que, además ya se habían encargado desde la Moncloa que tuviera la menor repercusión mediática posible?