Después de cinco días de juicio, brillantes exposiciones varias de la Fiscalía y de la defensa, alegatos de los acusados -Mas, Ortega y Rigau- muy bien razonados y expuestos, y momentos de tensión entre el presidente del TSJC, el fiscal y los acusados, la principal conclusión a la que uno puede llegar es que lo que el lunes por la mañana empezó como el juicio del 9-N el viernes por la tarde acabó como el juicio al 9-N. Y no es menor el matiz, ya que el tribunal que deberá emitir una sentencia está sentado sobre un polvorín: el diario La Razón ya ha avanzado un fallo condenatorio del TSJC por unanimidad de los tres magistrados, y el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, ha llegado a considerar el juicio como una farsa y un teatro.

Lo cierto es que ninguna de las posiciones preestablecidas desde el lunes se ha modificado: ni la del fiscal pidiendo penas de inhabilitación de diez años para los tres procesados ni la defensa, que ha pedido la absolución. Para los que no somos juristas y creemos que los catalanes tienen derecho a votar en referéndum sobre su futuro político ni había ni hay base para la acusación y menos la hay para la condena. Para los que somos analistas políticos y seguimos muy atentamente aquel 9-N y el pronunciamiento inicial de los fiscales del TSJC concluyendo por unanimidad que no había habido delito, la situación está meridianamente clara. Y para los que, como observadores, hemos seguido el desarrollo del juicio, la defensa ha argumentado sólidamente la inexistencia de delito alguno.

En cualquier caso, este juicio tendrá segunda parte en el Tribunal Supremo al que lo llevarán indistintamente cualquiera de las dos partes y el final de una hipotética sentencia condenatoria se resolverá en los tribunales europeos.

Dos últimas reflexiones: el Estado español ha dado muestra en los últimos días de la vía coercitiva en este tránsito entre la non nata Operación Diálogo a la muy visible Operación Precinto. Las multas a la ANC y Òmnium en estos momentos son un ejemplo. Como lo son el desacomplejado discurso del Gobierno y sus terminales planteando el artículo 155 de la Constitución, la recuperación de las competencias de los Mossos d'Esquadra o de Ensenyament e incluso una vuelta de tuerca por parte del Ministerio de Hacienda, que tiene la llave financiera de la Generalitat. También la advertencia de que Mariano Rajoy está preparado para activar una fase de mayor confrontación jurídica y política con el Govern. Y un interrogante: ¿la reaparición política de Artur Mas ha sido una performance pasajera o un aviso para navegantes y a todos aquellos que creyeron que era verdad que había ido a parar a la papelera de la historia?