La posición de CC.OO. y de UGT en apoyo de Lluís Llach, restando trascendencia a las palabras que había pronunciado respecto a los funcionarios y las leyes de desconexión, y recordando el compromiso histórico del cantautor con los sindicatos, deberían poner punto y final a la manipulación política y mediática de los últimos días. Hay tantas ganas de destrozar el movimiento independentista y las fuerzas están tan descompensadas que la crítica que padeció el cantautor y diputado de Junts pel Sí ha necesitado de algunos días para devolver las cosas a su sitio ya que no aportaban nada nuevo ni al debate político ni al que, en última instancia, podía interesar a los empleados públicos y que no es otra cosa que cuál iba a ser la actitud del Govern.

Pero de la misma manera que se opta por colocar una fotografía del presidente venezolano, Nicolás Maduro, posando con una estelada en la zona más noble de la portada de la edición digital del diario El País, en un nada disimulado ejemplo de ubicar el proceso independentista catalán en el imaginario como una cosa de extremistas y de revolucionarios catalanes, se presenta a Llach como un fascista capaz de las mayores tropelías y de formar parte de un grupo parlamentario, JxSí, que intenta llevar a cabo un golpe de estado en Catalunya. No es relevante que sea mentira, ni que el 80% de la sociedad catalana haya expresado reiteradamente su opinión favorable a un referéndum de independencia: lo que cuenta es imponer un relato en la sociedad española de lo que sucede en Catalunya aunque sea falso.

Es reconfortante oír al secretario general de la UGT catalana, Camil Ros, en medio de todo este ruido, decir cosas tan sensatas como que Llach en ningún momento quiso situar las leyes de desconexión en contra de los trabajadores y recordando, por si alguien tenía alguna duda de su compromiso, que el cantautor de Verges había sido la persona que había leído más manifiestos en las huelgas generales convocadas en Catalunya. Con otras palabras, Javier Pacheco, el recién elegido secretario general de CC.OO. de Catalunya mantuvo una posición muy similar y pidió que no se siguiera echando leña al fuego. Un mensaje que tenía destinatarios en la izquierda que ha azuzado interesada y erróneamente este debate.

La lógica tensión política del momento no debería desembocar en persecuciones como la que ha sufrido Llach si es que no se quiere convertir la política en una cosa zafia y ruin.