Una auténtica marea humana volvió a colapsar este sábado el centro de Barcelona, que hizo, una vez más, de capital de acogida del resto de Catalunya. No era nada fácil, un sábado de febrero, ser nuevamente referente mundial y conseguir enviar a la comunidad internacional una señal de alarma por el desapego muy mayoritario que los gobiernos de diferentes países y de una manera muy clamorosa de la Unión Europea, exceptuando Alemania y Suecia pero incluida España, tienen ante miles y miles de refugiados. Ciudadanos de nacionalidades diferentes que huyendo de la guerra y la miseria más absoluta, pretenden cruzar el Mediterráneo para encontrar un mundo mejor y solo encuentran la muerte, fronteras cerradas o el retorno indiscriminado a sus países de origen.

Una marea azul que cierra la campaña Casa Nostra, Casa Vostra y que transcurrió de manera festiva bajo el lema "Volem acollir". Una campaña, como todas las reivindicativas que acoge Barcelona, desde las históricas manifestaciones independentistas celebradas cada Diada del Onze de setembre, o la que tuvo lugar en 2003 contra la guerra de Irak y a favor de la paz, hasta marchas en defensa del Ebre, o contra la ley Wert de Educación. Marchas festivas, integradoras y solidarias. Siempre plurales, como es Catalunya, bajo el paraguas de una sociedad más inclusiva, aunque haya colectivos que se quieran excluir o no se sientan identificados. Siempre pacíficas, muy alejadas de esta letanía que quiere imponerse ahora a golpe de titular, rueda de prensa o declaraciones desde Madrid de "el català violent", todo un arquetipo por suerte inexistente pero al que se le quiere dar artificialmente vida para imponer un falso relato.

Una marea de ciudadanos comprometidos y cansados. Hastiados de ver como un día sí y el otro también los gobiernos de la Unión Europea prefieren pagar a estados como Turquía para que los refugiados no lleguen a sus respectivos países. Y el caso clamoroso de España con gobiernos como el catalán y ciudades como Barcelona que han expresado reiteradamente su voluntad y disposición a acoger refugiados. Un total de 4.500 aprobó el Parlament y sólo han llegado un centenar. La marea de Barcelona quizás no cambiará a corto plazo esta situación gubernamental. Es posible. Pero llegará a muchas conciencias si Catalunya es capaz de persistir y persistir. Y de eso sí sabe.