Cuando hace unos años se hablaba de la crisis económica y del auge del independentismo, muchos analistas, desconocedores profundos de la realidad catalana, solían apuntar lo siguiente: la profunda crisis económica ha dado alas a un independentismo rampante y, a la que mejore la economía, desaparecerá. Era la teoría del suflé o la de la espuma que buscaba reducir a un movimiento transitorio el cuestionamiento del statu quo de la política catalana. Hoy, por suerte, Catalunya atraviesa una situación económica muy diferente a la de los últimos años de la pasada década, hasta convertirse en el motor económico del sur de Europa. No habrá que olvidar para el futuro que se hicieron muy mal las cosas en el segundo tripartito de José Montilla entre 2006 y 2010, y una parte nada menor de la salida de la crisis está condicionada por los errores de aquella época.

Hoy, turismo, producto interior bruto, ocupación hotelera, nuevos destinos internacionales desde el aeropuerto de El Prat, incremento de cruceros, exportaciones, producción industrial son algunos de los indicadores económicos en los que Catalunya saca una buena nota. Sirva como ejemplo que, solo durante este fin de semana, Barcelona ha inaugurado un vuelo directo a Hong Kong de la compañía Cathay Pacific y otro a La Habana de la compañía Plus Ultra, y que entre junio y septiembre la capital catalana enlazará con media docena de destinos transatlánticos nuevos. No es baladí que del discurso público oficial que se origina en Madrid haya desaparecido la afirmación de que las empresas se irán de Catalunya por la independencia, cuando en pleno procés no hacen más que posicionar sus compañías e incrementar las inversiones.

Al final, los bulos tienen un recorrido limitado. Como aquel que hablaba de que los pensionistas catalanes tenían en riesgo su pensión con la independencia, cuando es de sobras sabido que las pensiones de mañana se generan con los ingresos de los trabajadores de hoy. Si a esto se añade que ha habido un auténtico vaciado de la hucha de las pensiones de más de 70.000 millones en los últimos años por parte del gobierno del PP, la cantidad que resta difícilmente va a llegar mucho más allá del 2018. Este es el verdadero problema para los pensionistas: la horrorosa gestión que ha llevado a cabo el Gobierno español.

Que el referéndum se dispute con una situación económica boyante de la economía catalana -más allá de que las cifras macroeconómicas nunca hacen justicia a la realidad de muchos cientos de miles de personas que lo pasan muy mal y muchas de ellas en el límite de la pobreza- da mucha mayor fuerza a la demanda. Reafirma que no es un movimiento basado en el miedo y en la desesperanza, sino que es otro muy diferente que se asienta con fuertes raíces en la ilusión por un país mejor y en la confianza de que persistiendo todo se puede lograr.