A la espera de que se conozcan con exactitud las causas y el número de víctimas en el mercado navideño de Breitscheidplatz, en Berlín, seguramente estamos ante un atentado llevado a cabo con el sistema ya empleado en Niza: un camión que se empotra contra la multitud. Y uno no puede menos, al saberlo, que sentir una gran impotencia y preguntarse si en algún sitio se está a salvo de la barbarie, que cada vez encuentra formas de asestar golpes más incruentos. Si se confirma que es un atentado, el terrorismo habrá actuado, con muy pocas horas de diferencia, en Berlín y en Ankara, la capital de Turquía, donde fue asesinado el embajador ruso, y a la vista de todos los asistentes presentes en la inauguración de una exposición de fotografía.

No hay una manera más alarmante de sembrar el terror que lanzar un camión contra la gente por lo que tiene de indiscriminado. Sucedió en Niza el pasado verano, en la avenida frente al mar, un paseo repleto de miles de personas que querían presenciar los fuegos artificiales del 14 de julio. Francia quedó traumatizada por el suceso. Desde hacía meses, Berlín estaba entre los lugares marcados como potenciales zonas de riesgo por los servicios de seguridad. De hecho, Alemania hacía meses que esperaba que se produjera una situación como la del mercadillo y las autoridades lo sabían. No se sabía cuando iba a suceder pero la capital alemana aparecía una y otra vez en todas las listas de los terroristas.

En el caso de Ankara, las imágenes del terrorista que dispara al embajador son muy impactantes y el discurso que pronuncia el terrorista con la pistola en la mano y el cadáver del diplomático en el suelo ya ha dado la vuelta al mundo. "¡Alepo, venganza!", grita el terrorista. También, "¡Dios es grande!", en árabe. Al final de una jornada como la de este lunes, además, uno se entera que el periodista Alfons Quintà ha asesinado a su mujer, después se ha suicidado y ha dejado una nota explicativa. También emerge un artículo publicado hace unas pocas semanas titulado "La suerte de morir cogiendo la mano amada". Y uno piensa que mañana será, quizás, un día en que podrá entender algo.