Personarse en el Teatre Nacional de Catalunya como agentes de la Guardia Civil, con la interlocutoria de un juez en la mano, para saber cuánto costó y quién pagó el acto de Junts pel Sí, al que asistió el Govern y también la CUP la semana pasada y que sirvió para presentar la ley del Referéndum debe tener para algunos un morbo especial. Sobre todo para aquellos que lo han considerado lo más normal del mundo ya que estamos, según ellos, ante la investigación de un golpe de Estado. Solo el teatro, concebido ciertamente para otro tipo de funciones, puede aguantar una obra de esta naturaleza no apta para todos los públicos. Y solo el teatro puede acoger un ridículo así y para el que habría que inventar un género en parte inexistente pero que incluso podría dar para una telenovela con guión del gran Quim Monzó y adaptación y dirección de Jordi Galceran.

No es la primera vez que sucede: cuando se celebró, primero se produjeron las risas y las descalificaciones del acto celebrado en el TNC. Con titulares fáciles y simplones: "Puigdemont presenta en un teatro una ley sin garantías". ¡Cómo disfrutaron las radios españolas el día siguiente! Se habían subido al escenario del Teatro de Catalunya [lo de "Nacional", quedaba fuera] un grupo de indocumentados a realizar un acto sin ninguna consecuencia y al que no había que prestar mayor atención porque no tenía recorrido posible alguno. "Cuando la ley llegue al Parlament, hablaremos", era el discurso oficial del Gobierno español, que aseguraba que no quería adelantar acontecimientos.

Pero siempre hay una fiscalía o en este caso un juez que considera que hay algo a investigar. La factura, dicen. Porque el acto acabó, se transmitió por televisión, las urnas desaparecieron y, sinceramente, se puede estar más a favor o en contra pero fue un acto político público. Dedicar recursos materiales y humanos a un ejercicio de esta naturaleza es teatro. Puro teatro. Es tensionar innecesariamente la situación y dejar en evidencia que la judicialización es la única solución del Gobierno español. No es extraño que, en este contexto, se haya empezado a emitir por teatros y cines de Catalunya el documental Las cloacas del Estado que ninguna cadena de televisión española ha querido difundir. Eso también es otra forma de subir al escenario a representar un truco. En este caso a través de la magia que hace que nadie lo vea pero que se haya producido. Y, en este caso, con numerosos testigos que permiten seguir el rastro.