La rápida respuesta del Govern anunciando que iba a estudiar acciones legales contra los atacantes del bus turístico de Barcelona, una acción revindicada por la organización juvenil Arran este domingo, merece, cuando menos, dos reflexiones.

En primer lugar, una Administración -también previamente el Ayuntamiento había anunciado que activaba sus servicios jurídicos- no puede quedarse impasible ante cualquier tipo de daño a una propiedad pública y ante las amenazas. El incidente en el bus turístico reunía estas dos condiciones, ya que los cuatro jóvenes encapuchados que lo asaltaron realizaron pintadas y pincharon una rueda y también hubo intimidación a personas.

En segundo lugar, la necesidad que tiene el independentismo de demostrar que su proceso político es radicalmente pacífico. Seis grandes manifestaciones en Barcelona desde 2010 y miles de actos por todo el territorio durante estos siete años lo avalan de sobras, por más que un falso relato trate de asegurar lo contrario. Ni una sola denuncia se ha presentado al respecto y el independentismo no se ha dejado atrapar en medio de polémicas que trataban de desplazarlo fuera de su radical pacifismo.

En los últimos tiempos, esa idea de asemejar independentismo a violencia se ha incrementado en el argumentario del Estado. Incluso se ha querido presentar al president Puigdemont como un rehén de la CUP, una idea que tiene poco que ver con la realidad, pero que repetida una y otra vez se hace creíble en España. En este sentido, la rápida reacción del Govern contra Arran sitúa al ejecutivo catalán en el lugar exacto en el que debe estar. Ninguna complicidad con la violencia y firmemente comprometido con la democracia.

Un último comentario: los mecanismos para defender un determinado tipo de turismo nunca pueden hacerse a través de acciones violentas. Y ha de ser el Ayuntamiento de Barcelona el primero que genere los foros de debate a tal efecto. Sin olvidar que Barcelona es en estos momentos una ciudad turística y que las ventajas de su muy buena posición entre las grandes capitales del mundo tiene más ventajas que inconvenientes.