Dentro de muy pocos meses se cumplirá la mitad del mandato del actual gobierno municipal de Barcelona que lidera Ada Colau y su balance no puede ser optimista: la ciudad avanza en muchos aspectos casi por inercia, se han incrementado las diferencias entre barrios y distritos y se han paralizado proyectos hoteleros emblemáticos que habrían generado empleo y habrían tenido una repercusión internacional positiva. Es sus relaciones con los estamentos de la ciudad, las cosas no le han ido mejor y ha abierto, en muchos casos por desconocimiento, contenciosos perfectamente evitables que abarcan desde el sector del comercio o los manteros, por citar solo a dos y muy diferentes. ¿Y la vivienda, su apuesta estrella? Barcelona es la ciudad española con los alquileres más caros y su promesa de acabar con los deshaucios, no solo ha quedado en nada, sino que, según algunos datos, han aumentado. 

Eso por no hablar de la metedura de pata a propósito del congreso mundial de telefonía móvil, con unas imprudentes declaraciones que estuvieron a punto de privar a la ciudad del evento internacional más importante que se celebra anualmente. Obviamente, todo no ha sido negativo en este período y también ha tenido aciertos. Pero de un equipo de gobierno, que, en última instancia, no es otra cosa que un colectivo que gestiona el bien común, se espera que los éxitos sean lo habitual. También que la ciudad no sea un permanente experimento.

Sin embargo, a esta faceta de un gobierno de la ciudad deficiente, se están añadiendo en los últimos tiempos situaciones que, sin afectar gravemente a la columna vertebral de su gestión, envían mensajes preocupantes respecto al uso de un determinado espacio público que son, cuando menos, de una gran torpeza. O desliza declaraciones tan provocadoras como cuando afirmó que Madrid "podría volver a ser nuestra capital". Al uso provocador del Born hace unos meses y la colocación de una estatua de Franco frente a su fachada, ha seguido este sábado la instalación de una exposición en el Fossar de les Moreres consistente en la instalación de unos carritos de supermercado. La muestra del Born, que acabó con la estatua ecuestre del dictador decapitada y que tuvo que ser retirada a las pocas horas, costó más de 180.000 euros. Lo que más sorprende es que se utilicen lugares tan simbólicos para muestras que se podrían ubicar en cualquier otro sitio, y que de la manera que se llevan a cabo no dejan de tener un punto de desafío.