Otra copa y van 29. Otro título que añadir a los éxitos de un Barça que afortunadamente no se contagia del odio y de la sed de venganza que destilan algunos exdirectivos y una parte del periodismo que escribe con rencor y parece desear la derrota del equipo para avivar el fuego de una guerra que divide al barcelonismo. Otro trofeo para Leo Messi, el artífice principal de este Barça triunfador de los últimos años, que por suerte es inmune a la infección de una España que lo ha querido ver en la cárcel, y que cada vez que juega en Madrid para ser un catalán independentista que enseña los colores de su Barça, besa el escudo de su equipo, igual que los aficionados blaugrana ondean sus senyeras. Para Messi, Madrid es un desafío aunque el rival no sea de la misma capital de España. Madrid, a Messi, le pone. Y es donde más sonrisas le saca al barcelonismo.

Contra rayos y truenos

Qué grande este equipo de Luis Enrique invulnerable a las luchas intestinas de su entorno y al rencor que hierve entre algunos de sus aspirantes al poder. Cuántos sentimientos hermosos destila este equipo hambriento de conquistas pese a ser un conquistador nato. Cuanta pasión emana este club, al que algunos desearían verlo autodestruyéndose, y que es capaz de escapar de los truenos y rayos que caen sobre su cabeza.

Messi emergió una vez más como líder y patrón de este Barça para conducirlo a un nuevo título ante un Alavés que dio la cara, puso la pierna y mantuvo el tipo durante todo el partido. Pero Messi es mucho Messi. Por algo es el mejor jugador del mundo. Si alguien tenía que marcar el primer gol ese era él. Había pasado media hora. Había asustado el Alavés al Barça con un tiro al poste de Ibai Gómez que se paseó por la línea de gol sin éxito. Y fue entonces cuando Leo pidió el balón y marchó en busca de un socio como Neymar para hacer una pared y rematar como sólo el argentino suele hacerlo. Allá, hacia el lado derecho del portero, donde no llega nunca pese a una gran estirada.

Pero el Alavés soñaba con esta final. Era su ocasión para volver a vivir en la gloria. Y tres minutos más tarde empató gracias a un golazo de Theo Hernández, lateral que acaba de fichar el Madrid, en el lanzamiento de una falta directa.

Sin embargo, el Barça encontró el 2-1 cuando el reloj llamaba al descanso. Messi estuvo nuevamente presente. Recibió de Neymar y vio completamente solo por la derecha a André Gomes, que había entrado a los 10 minutos por lesión de Mascherano. El portugués centró, Alcácer no pudo rematar y Neymar empujó el balón en la boca de la portería.

No esperó el Barça el descanso para decidir el partido. En el tiempo añadido, otra vez Messi se inventa un pase entre las piernas de tres defensores del equipo vitoriano que recibe Alcácer para matar el encuentro y dejar definido al rey de copas.

Messi, Messi, Messi

La victoria es un justo premio a un Barça que ha estado en todas las peleas, que como explicó hace unos días Xavier Bosch no ha sido tan irregular como lo pintan. El título de Copa es un gran colofón para la etapa de entrenador de Luis Enrique, que concluye con 9 títulos en tres temporadas. La Copa es una corona para esos aficionados incansables que han ovacionado a estos jugadores y a este cuerpo técnico incluso en la derrota, aunque algunos hayan tildado esta actitud de artificial. Un título para seguir gritando Barça, Barça, Barça. Un título para gritar otra vez "campeones, campeones". Un título para seguir coreando el nombre del más grande: "Messi, Messi, Messi", como lo hicieron los culés que acudieron al Vicente Calderón.