Punto y final. Luis Enrique se despide definitivamente del Barça con el título de la Copa del Rey contra el Alavés en el Vicente Calderón. El entrenador asturiano, a pesar de no querer valorar su legado en el banquillo del Camp Nou, se marcha con los bolsillos llenos: 9 títulos en 3 temporadas. Y lo hace por decisión propia, por el desgaste que supone comandar un trasatlántico como el Barça. Su (mala) relación con la prensa ha marcado la actitud y la posición de un club donde ha ejercido, sin quererlo, de portavoz.

Debut con triplete

"Estoy deseando escuchar el himno y espero disfrutar muchísimo. Empezamos a construir a un nuevo Barça y jugaremos un fútbol atractivo, aquel que ha enganchado a millones de personas por todo el mundo". Estas fueron las primeras palabras de Luis Enrique como entrenador del primer equipo, el verano del 2014. Cargado de ilusión, el técnico trazaba las líneas maestras de un proyecto que quería sacudir la plantilla después de una temporada en blanco.

Su debut no fue el soñado. A pesar de la fuerte inversión en fichajes (llegaron jugadores como Luis Suárez, Ivan Rakitic Claudio Bravo o Marc-André Ter Stegen), la plantilla no consiguió ser regular y temblaba en algunos partidos, ofreciendo una imagen pobre. Pero todo cambió cuando el equipo y Luis Enrique tocaron fondo. Después de una merecida derrota contra la Real Sociedad en Anoeta, a principio del mes de enero, el entrenador quedó muy discutido y Andoni Zubizarreta, secretario técnico que apostó por él, acabó destituido. Además, Leo Messi se enfadó por jugar 45 minutos contra la Real y lo hizo visible ausentándose del clásico entrenamiento navideño abierto al público.

La situación parecía insostenible pero se recondujo gracias a la mediación del vestuario. De la tragedia se pasó a la gloria. El equipo cogió la velocidad de crucero y no la dejó hasta a final de temporada. El encaje del tridente, mérito de Luis Enrique, resultó un factor determinante para acabar ganando la Liga, la Copa del Rey y la Champions League. Imposible mejorar sus resultados.

Liga y Copa

La segunda temporada tenía como grandes alicientes dos competiciones: la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubs. Dos títulos generados por la Champions League del primer año. Y los dos acabaron en el zurrón. El primero, contra el Sevilla y en la prórroga y el segundo, después de ganar con mucha facilidad al Guangzhou Evergrande y al River Plate. Las dos Copas sirvieron para difuminar la decepción de perder la Supercopa de España contra el Athletic de Bilbao y, de esta manera, perder cualquier opción de repetir el sextete.

El Barça consiguió hacer un fútbol brillante, a ratos, para liderar la Liga con mano de hierro y clasificarse para la segunda final de Copa consecutiva. El equipo sólo dudó en un mes de abril donde encadenó cuatro derrotas y le dio alas a un Real Madrid que parecía muerto. Sin embargo, el Barça convivió con la presión para levantar el título en el último partido contra el Granada.

La Champions fue la única nota negativa. El Atlético de Madrid se cruzó en el camino de los blaugrana para eliminarlos en los cuartos de final. Una jarra de agua fría que dejó la temporada del Barça en un doblete, contando la Copa que le ganó al Sevilla, otra vez en la prórroga.

Adiós por desgaste

El tercer año de Luis Enrique ha sido el menos brillante. El equipo tenía el reto de mantener el ciclo ganador y recuperar la corona de Europa pero no lo ha conseguido. El título de Copa obliga a reflexionar sobre la deriva de la plantilla, a menudo sin soluciones y fiándolo todo a los golpes de genio del tridente. Leo Messi se ha esforzado por mantener al Barça con vida hasta el mes de mayo pero el equipo ha sido incapaz de seguirlo.

Luis Enrique ha estado más intervencionista que nunca, cambiando de esquema al 3-4-3 cuando necesitaba revolucionar y cambiar la dinámica de un equipo parecía autodestruirse. La temporada dejará como recuerdo la gran remontada contra el París Saint-Germain y la posterior decepción contra la Juventus de Turín. El Barça ha evidenciado síntomas de enfermedad y le ha regalado la Liga al Madrid. Unos síntomas que el entrenador detecta pero se ve sin fuerzas de curar. Porque el cargo agota. Y si eres culé, todavía más.