El Villarreal se ha impuesto al Girona en Montilivi en un partido con dos guiones contrapuestos. Bakambu ha marcado dos goles en una primera parte de dominio valenciano, mientras que el gol de Stuani no ha servido para materializar la reacción catalana después del descanso.

Después de ocho jornadas, el Villarreal ha enseñado al Girona de qué va la Primera División. Lo ha despertado del sueño con una dura dosis de realidad. Por Montilivi han pasado equipos como el Barça, el Atlético de Madrid o el Sevilla, pero hasta la visita del conjunto valenciano (sobre todo en la primera mitad) los de Pablo Machín no se habían sentido tan inferiores a su rival.

Bakambu, bandido en Montilivi

En buena medida, eso se ha producido por una gran actuación del conjunto de Javier Calleja. Con Trigueros i Castillejo al mando del barco, el viaje sólo puede llegar a buen puerto. De una combinación entre ellos, de hecho, ha nacido la jugada del primer gol del partido. Bakambu no ha perdonado ante Gorka Iraizoz y ha hecho justicia a lo que se estaba viendo sobre el remodelado césped de Montilivi. Y eso que no se había llegado ni al cuarto de hora de juego.

El mismo delantero congoleño también ha sido el encargado de hacer más grande la herida tres minutos más tarde de los gritos de independencia de los aficionados locales en el 17. Pase con el exterior de Fornals y definición otra vez ejemplar del máximo goleador, con siete tantos, del Villarreal. Golpe anímico y silencio en las gradas.

La reacción del Girona ha sido más obstinada que efectiva. Poca profundidad y menos ideas en los metros finales del terreno de juego. Y mucha dificultad a la hora de conectar el medio del campo con Portu y Stuani. Pero el delantero uruguayo, cuestionado las últimas semanas, no se ha rendido y con un tacón ha recortado distancias antes del descanso. Otra vez gracias a la pelota parada; otra vez la estrategia volvía a escena. Esperanza.

Reacción sin premio

El fútbol es tan caprichoso que puede permitirse el lujo de cambiar mucho un partido en poco tiempo. El Girona ha salido en la reanudación con mucha intensidad y ha fregado el gol en muchas ocasiones. Sin embargo, de la misma forma, el fútbol es tan caprichoso que a veces se marca cuando no se merece y, no cuando sí que haces méritos para conseguirlo. Las dinámicas de ambos equipos tienen mucho que ver en ello. Los cambios que hagan los entrenadores, como hoy Pablo Machín con Kayode, también.

Lo que ha dejado claro la segunda mitad, no obstante, es que los gerundenses se sienten mucho más cómodos en un partido de ida y vuelta que no cuando alguien de los dos conjuntos tiene el control absoluto de la pelota. Eso, evidentemente, tiene el enorme peligro de exponerse a la velocidad de los delanteros contrarios. Y si bien Sansone y Bacca no progresan adecuadamente en esta materia, Bakambu lo ha interpretado de forma excelente.

Los rojiblancos no han dejado de intentarlo pero no han podido igualar el marcador. Barbosa y el travesaño lo ha evitado. El Girona se ha dormido en el partido de la siesta y cuando ha querido reaccionar no ha estado a tiempo. Los de Pablo Machín sólo han sumado cuatro puntos de los quince que se han jugado en Montilivi y podrían acabar la jornada en posiciones de descenso si Las Palmas puntúa ante el Celta. Los fantasmas del descenso sobrevuelan tierras gerundenses.