Entre las banderas blaugrana, muchas camisetas del Real Madrid. Después de cada disparo de los de Zidane, unos cuantos "¡ui!". Y después de los goles blancos, euforia en el Camp Nou. Esta fue la extraña situación que vivió el partido de ida de la Supercopa de España. El Clásico más descafeinado de los últimos tiempos y donde el Madrid repasó al Barça fue acompañado de un estadio con más madridistas que nunca. Más que el Camp Nou, parecía un partido en territorio neutral.

"Es extraño que haya en tu casa tanto aficionado del Real Madrid", aseguraba Andrés Iniesta al acabar el Clásico. Una sensación muy diferente a la habitual ayuda de los aficionados blaugrana en los partidos contra el Madrid. Las palabras se entendieron todavía más cuando se repasaban el gran volumen de las celebraciones de los tres goles del conjunto blanco.

El partido fue en día 13 de agosto, en medio del verano, y gran parte del público fueron turistas. Pero la principal razón de este desenfreno general en la gradería fue la gestión de las entradas. Fueron un total de 89.514 espectadores y todos ellos compraron su asiento. Una gran caja que se hizo por el partido ya que desde el 2011 la entrada a la Supercopa de España no está incluida en el abono de temporada y los socios también tienen que pagar.