Que el Barça haya ganado seis de las últimas ocho Ligas no tiene nada que ver con lo que pasa hoy y mucho menos con el síndrome Ovrebo o la fama de victimismo que siempre se ha colocado no sólo al club blaugrana, sino también al pueblo catalán. Probablemente no exista ninguna conspiración, ni manos negras, pero las coincidencias conducen a las sospechas. Seguramente todo se hace mal en el club, pero que se pida prisión sólo para los del Barça, como para algunos gobernantes catalanes, huele mal.

La crítica del pasado

Algunos comentarios contra el Barça tienen su fundamento en la nostálgica frase del poeta Jorge Manrique célebre por aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Sólo los buenos resultados han conseguido frenar mínimamente la invasión de opiniones de que en este equipo, y en este club, nada será mejor que en la época de Pep Guardiola.

Ya lo dijo el difunto Tito Vilanova, el día que fue presentado como sucesor del técnico más laureado del club blaugrana: “Sé que perderé cualquier comparación con Pep”. Y si señor, las perdió todas. Pero no sólo él. También Tata Martino. Y también las está perdiendo Luis Enrique. Y las perderá el que venga. Según esos críticos, defensores del pasado, nadie va a superar a su mesías, entre otras cosas porque ni quieren ni lo desean.

Este equipo de Luis Enrique ha sido criticado por no jugar exactamente como jugaba el de Pep, por introducir variantes como el contraataque, por intentar ganar de otra forma. Pero cuando el equipo juega como jugó ante el Villarreal, llevando la iniciativa, teniendo la posesión del balón, creando oportunidades, estrellando balones en los postes, provocando penaltis no pitados y sólo es capaz de empatar, entonces es criticado porque no ha vencido. Por el resultado. Entonces, vea usted por dónde, los defensores de la nostalgia se convierten en resultadistas, son más pragmáticos que nadie.

La critica arbitral

Y lo bueno del caso es que si un jugador protesta públicamente, reclama justicia dentro del campo porque considera que los árbitros se han equivocado en algunas decisiones realmente importantes esos mismos nostálgicos lo atribuyen todo al victimismo, y es entonces cuando Gerard Piqué, líder vocero del vestuario, es condenado.

Entonces se olvidan de las comparaciones y ni recuerdos de las lógicas protestas de Pep a los colegiados en varios partidos. Si se compara, lo comparamos todo. Pero no hay que olvidarse ni de las declaraciones de Sergio Ramos que no tuvieron ninguna incidencia en el Colegio de Árbitros, como sí, en cambio, las de Piqué ahora resultan que son punibles. Ni tampoco del ataque de Javier Tebas a los jugadores tras el encuentro de Valencia. Hasta el “dream team” tenía un “llorón” en sus filas que incluso llegó a pisar a un árbitro. Y hasta Luis Enrique, hoy entrenador del Barça, también fue un llorón. Seguro que si hay un nombre de un árbitro que no olvida es el del Mundial de Estados Unidos que no pitó un penalti cuando Tassotti le partió la nariz.

La fiesta de la FIFA

Pero todo se hace mal en este Barça para los nostálgicos. Que los jugadores no viajaran a Zurich para una fiesta de gala organizada por la FIFA ha sido casi que un delito. Vea usted. El Barça no le debe nada a la FIFA. Todo lo contrario. Si La Masia ha sufrido un retraso en su producción es por culpa de una sanción que este organismo, demostradamente corrupto, aplicó al club. Y que, además, lo multó con una gruesa cantidad de dinero y también con la prohibición de contratar jugadores durante dos años. Y, por si fuera poco, impidió que Luis Suárez jugara desde el principio con la camiseta blaugrana por culpa de una sanción con su selección.

Y sí tenemos en cuenta que el equipo viene de dos resultados adversos y afronta una eliminatoria importante dos días después de la fiesta de Zurich, la no presencia de estos jugadores del Barça en ese festejo merecen aplausos y no críticas.

Por quedar bien con los organismos federativos probablemente teníamos que dejar de pitar el himno español y el de la Champions, y meternos las estelades del Camp Nou allá donde termina la espalda.