Grijalbo publica Recetas para amar y matar de Sally Andrew (en catalán en Ara Llibres). La autora busca ingredientes de éxito y los mezcla en una novela situada en la región sudafricana del Karoo: una excelente cocinera, grandes amores, un crimen, problemas ecológicos, discriminación, violencia machista, buenas intenciones... Pero el resultado está muy lejos del interés que despierta cada uno de estos temas por separado.

Laura Esquivel ha hecho mucho daño

Como agua para chocolate supuso un terremoto en el mundo literario. Laura Esquivel escribió una historia donde el amor y el deseo se sublimaban a través de la cocina y el éxito fue inmediato. Pero el terremoto Esquivel se reprodujo con centenares de réplicas, de una calidad más que dudosa. En la obra de Sally Andrew, una gran cocinera abre un consultorio sentimental en un diario local; se trata de un consultorio muy especial, ya que responde a los que le escriben con un consejo y una receta, que resuelve todos los problemas del lector. Una historia muy poco verosímil, y con poca gracia.

Stieg Larsson también ha hecho mucho

Mil·lenium difundió la novela negra entre público que, habitualmente, no era muy aficionado a ella. Para reclutar nuevos públicos Larsson combinaba un crimen, y la investigación consecuente, con una denuncia muy políticamente correcta de los males de la humanidad. También tuvo muchos imitadores: los que escribían novelas moralistas empezaron a incorporar algún crimen en sus obras, y los que escribían novela negra empezaron a incluir en sus obras a transexuales, niños maltratados, mujeres agredidas por sus parejas, inválidos, miembros de minorías, víctimas del racismo, crímenes ecológicos, especulación inmobiliaria... Andrew, para no fallar el tiro lo combina todo: lesbianismo, crímenes ecológicos, violencia machista, especulación inmobiliaria, vegetarianismo... Pero tiene problemas para mantener la efervescencia del cóctel. Uno de los personajes, que al principio de la obra es un machista impenitente que agrede a su mujer, acaba la obra como un payaso estrambótico y divertido. Los que se pasan la obra devorando carne, al fin dejan vivir un cordero con el fin de no matarlo. Y buena parte de las historias perversas, acaban perdiéndose en la complejidad de la trama. Quien quiera novela negra sudafricana de verdad, que lea a Deon Meyer o a James McClure, los verdaderos reyes de la especialidad.

El exotismo

El libro pretende reflejar la naturaleza, la gente y el ambiente de la región del Karoo, y por eso, a pesar de estar escrito originalmente en inglés, incorpora muchísimas palabras en afrikaans. El lector, pues, se volverá loco avanzando y retrocediendo entre el texto de la novela y el glosario que está al final. Es lógico que se tenga que incluir una palabra en afrikaans como "klipspringer" (uno determinado de antílope) o "spanspek" (un tipo de melón), porque el nombre no existe en otras lenguas, como el español. Ahora bien, no es tan claro por qué se tienen que incluir en afrikaans términos como "lammetjie" (cordero) o "knyp" (pellizcar). Sin duda, la autora pretende dar un toque de autenticidad al texto: un punto de exotismo a costa de convertir el libro en un inmenso jeroglífico. 

El toque final

Al fin del libro, se incluye un recetario de comidas típicas del Karoo, que se inicia con una muestra más de la esquizofrenia de las buenas intenciones. En primer lugar, la autora se excusa, de cara al público vegano, porque muchas recetas llevan cordero, mantequilla y huevos (quizá se disculpa porque los habitantes de la región no han sido siempre veganos). Sally Andrew recomienda al lector que se asegure "que la carne y los productos lácteos que utilizáis procedan de una granja como es debido: una granja que tenga los animales en libertad o donde se críen animales de caza. Los animales tendrían que vivir en el sol y comida del veld". De hecho, no creo que los lectores en paro o con un salario mínimo tengan muchas opciones de comprar carne de estas granjas. Por otra parte, no acabo de tener clara la ventaja que supone para un antílope ser criado en una granja y no de haber crecido en el veld, si al final tienes que acabar dentro de un pastel de carne.

Ni, ni, ni...

Recetas para amar y matar no consigue sus propósitos. Como novela de amor, es francamente cursi. Como novela policíaca, es absolutamente errática, y es incapaz de seguir un hilo argumental. Como novela política no puede ser más blanda. Las recetas de Sally Andrew no matan. Y enamorar, todavía menos. Probablemente, sólo engordan.