En Barcelona se acusa a los turistas de todo, justamente o injustamente: del incremento del precio de los alquileres, de que la Boqueria se haya convertido en un fast-food, de que hayan desaparecido los quioscos de las Rambles, de la proliferación de objetos kitsch con quebradizo de Gaudí, del ruido nocturno, de los atropellos en bicicletas... Pero hasta ahora nunca se les había acusado de organizar asesinatos por congelación ni de hacer campañas sistemáticas para tocar el paquete a los peatones. Eso es justamente lo que hace, en Sakamura y los turistas sin karma (ed. Destino), Pablo Tusset, el autor de la celebrada Lo mejor que le puede pasar a un cruasán. Ahora bien, Tusset deja claro que los responsables de estos abusos no son turistas japoneses normales, sino robots, que se parecen mucho a las personas, pero que se pueden distinguir de ellas si se conocen sus características: no huelen a persona, sino en plástico y no tienen genitales.

Presentación a la Sagrada Familia

Pablo Tusset ha presentado a la prensa su novela en el centro neurálgico de la trama: la plaza que hay enfrente de la Sagrada Familia. Allí, el autor, que acaba de hacer los 50 años, ha explicado que su novela se ubica en la Barcelona actual, porque "ya ha desaparecido la Barcelona de Vázquez Montalbán, y también ha desaparecido la Barcelona postolímpica de Lo mejor que le puede pasar a un cruasán". Tusset asegura que esta Barcelona de hoy "no tiene nada que ofrecer en el mundo más que Gaudí y el modernismo, un modernismo que no inventamos, pero que hemos decidido hacer ver que sí y los japoneses se lo han creído". Él está más interesado en Le Corbusier que en Gaudí, pero afirma que afortunadamente este atrae el turismo.

sagrada familia pixabay

Heredero de Mendoza

Pablo Tusset se revela como un heredero directo de la prosa de Eduardo Mendoza (aunque él no se identifica mucho con este autor), retratando una Barcelona donde el absurdo real de la ciudad se exagera hasta llegar al surrealismo más absoluto. En Sakamura y los turistas sin karma la antigua Barcelona se ha convertido Barna City, una ciudad estado plagada de turistas, donde todo gira en torno en el parque acuático del Tobogán Inconcluso de la Sagrada Familia. El protagonista de la novela, el ex inspector y maestro zen Takeshi Sakamura, recorrerá los lugares emblemáticos de la ciudad: el dragón del Parque Güell, los taxistas que escuchan emisoras ultras, una Bellvitge que todavía no ha sido invadida por los turistas, los clubes canábicos, el transporte público... De la mano del ex inspector, el lector paseará también por los estados anímicos de la ciudad actual: desde el elogio del turismo hasta la turismofobia, pasando por los abusos policiales, los clubs canábicos, el transporte público...

Parodia

Tusset, en Sakamura y los turistas sin karma hace una parodia de algunos de los géneros literarios de más éxito. Aunque la obra tiene aires de novela negra (él la califica de "novela gris marengo"), Tusset incorpora una burla punzante hacia la serie Millennium, de Stieg Larsson, ya que el ayudante del ex inspector tiene sospechosos puntos de contacto con Lisbeth Salander, y acaba siendo ridiculizada. Al cine de robots, estilo Terminator, también le toca recibir parodias. Los androides de Tusset, como los de las películas estilo Terminator, acaban aspirando a la libertad, pero son mucho menos perversos y elegantes que los de Hollywood. En realidad, tienen una faceta ridícula muy aguda. Pero en realidad, quien recibe las críticas más feroces es la mitología oriental de las artes marciales y la mística zen (aunque Tusset asegura apreciar mucho estas prácticas). El protagonista es un ex monje budista japonés, más libidinoso que el Maestro Rossi, que no parece tener una capacidad increíble de discernimiento extrasensorial, sino más bien todo lo contrario.

Los robots en cuestión

Tusset, que ha trabajado como informático, está muy interesado en la robótica. Y está muy interesado, también, en los recelos que esta tecnologia genera: "A nadie le gustaría ir al médico y encontrarse con un robot que le atienda". Explica que los expertos analizan lo que denominan "el valle inquietante": el umbral a partir del cual los robots demasiado similares a los humanos generan rechazo. A pesar de todo, Tusset dice que los personajes mecánicos que aparecen en su novela no tardarán mucho en llegar. Ahora bien, advierte que no sólo habrá robots inteligentes; probablemente habrá robots estúpidos y criminales, porque los robots son hechos por personas y acabarán siendo como las personas que los crean. Él, a pesar de todo, espera que algún día se acabe con la robotfobia: "Prefiero un robot bien educado que un cafre humano", afirma.

Contra el catastrofismo

Tusset, que se presenta como "optimista al 100% con respecto al futuro de Barcelona", afirma que el turismo tiene un impacto menor de lo que afirman los catastrofistas y que no afectará a nuestro bienestar futuro: "Seguiremos viviendo muy bien, venderemos gaudís a punta pala y la Sagrada Familia continuará construyéndose para siempre". Él espera que pase la turistofòbia, aunque confiesa que no le gusta hacer turismo: "no me gusta ser uno de ellos". Y promete que seguirá escribiendo. Ahora bien, afirma que probablemente aparcará el ex inspector Sakamura, porque el cuerpo le pide alternar la literatura con tono humorístico con libros más serios y trascendentales (que suele firmar como "David Cameo").