El británico Jonathan Lee, en El gran salto (Ediciones  del Asteroide en castellano y Periscopi en catalán), revisita el fenómeno del terrorismo del IRA y el conflicto comunitario irlandés. Una década después del fin del conflicto, Lee escribe una novela con un protagonismo doble: por una parte un terrorista del IRA, y por la otra las personas que serán víctimas de uno de sus atentados. Y no se trata de un atentado cualquiera, sino del atentado contra Margaret Thatcher en el Grand Hotel de Bristol, en 1984, en que una bomba causó la muerte a 5 personas y heridas a 31. Un hecho real que marcó una época y que aquí da pie a una historia con personajes imaginarios.

Grand Hotel bristol Bomb Attack 1984 wikimedia

Grand Hotel de Bristol, después del atentado.

La vida y la muerte

El gran salto no es tanto una reflexión sobre la muerte, como sobre la vida. Dan, el joven terrorista que pone la bomba, que viene de un entorno marginal del Ulster, a lo largo de toda la obra irá analizando qué sentido tiene su militancia, qué orientación quiere dar a su vida, qué papel juega para él su familia, porque hace lo que hace... De la misma manera Moose, el propietario del hotel donde se celebrará la convención del Partido Conservador en que se producirá el atentado, también da un repaso a su vida: la insatisfacción por la falta de relaciones sexuales, la mediocridad de su día a día, sus ambiciones profesionales, su preocupación como padre por el futuro de su hija... Y esta, Freya, es una adolescente inquieta que no hace más que preguntarse por su futuro, en todos los ámbitos: estudios, sexo, amor, familia... La historia del Moose y su familia, y la de Dan, son vidas que acabarán marcadas por la violencia, pero que tienen muchas cosas más que violencia, y este es el punto más interesante de la obra de Lee. El gran salto no es un libro sobre bombas, a pesar de que la bomba planea, amenazadora, sobre todo el texto, sino sobre todo lo que cortan las bombas, y no sólo para las víctimas directas del atentado.

El salto

El título de la novela se refiere a Moose, quien había sido un deportista de élite: saltador de trampolín. Pero también tiene que ver con el hecho de lanzarse a cualquier acción, al choque entre las ambiciones y las decepciones. En Moose, el saltador, ha renunciado al salto de trampolín y a sus ilusiones con el fin de garantizar a su hija una vida segura. Acumula una carga inmensa de amargura por las mediocridades aceptadas. Pero al mismo tiempo sueña en dar un gran salto con un ascenso profesional. Dan ha dado un salto que lo arrastra hacia el fondo sin que pueda hacer nada para evitarlo. Y Freya se prepara para el gran salto a la vida, sin saber muy bien si osará o no osará saltar a la universidad, a la relación de pareja, a la iniciación al sexo, a la confianza con las amigas...

Lector omniscente

Una de las peculiaridades de esta novela es que el lector sabe muchos elementos que desconocen a los protagonistas. El lector sabe que la bomba acabó por estallar, mientras que Dan, el artificiero, no está muy seguro de ello. El lector sabe que en algún momento las vidas de los protagonistas se cruzarán, en tanto que ellos ni lo saben. Desde el principio de la novela el lector puede vislumbrar la desgracia, que se mantiene oculta para los propios implicados. En cierta medida, El gran salto tiene alguna cosa de tragedia griega, en la que el destino juega con los protagonistas que no saben que su futuro ya está decidido.

El tiempo de la escritura

El gran salto no es una novela pro IRA. Pero tampoco es en absoluto un manifiesto unionista. Lee intenta entender qué lleva a un adolescente católico del Ulster a sumarse a los provisionales, en un momento de máxima tensión con los protestantes, pero también retrata los conflictos personales de quienes pueden sufrir sus bombas. Es un libro que trata de ser muy equilibrado en el tratamiento del conflicto. El terrorismo no es una locura, ni siquiera un mal absoluto. Pero tampoco es una vía de liberación. Dan se apunta a un grupo terrorista presionado por sus antecedentes familiares, y lo hace con una cierta inconciencia juvenil, muy comprensible. Y la problemática social del Ulster y de la Inglaterra thatcheriana son descritas sin paliativos, pero tampoco sin propaganda. El gran salto no es un folletón publicitario, ni a favor del terrorismo, ni en contra. Es, sobre todo, una novela que se plantea muchas cuestiones a partir de un elemento, el terrorismo, que es central en la trama. Una obra que funciona de maravilla gracias a la habilidad que tiene el autor en construir relaciones entre los personajes. Una novela deslumbrante cargada de ternura, pero sin ninguna sensiblería.

 

Foto de portada: Carrickfergus (Ulster). Foto: Miossec.