La escritora bielorrusa Svetlana Aleksiévitx, premio Nobel de Literatura 2015, visita estos días Barcelona para participar en los festivales de literatura Literal y Kosmopolis. No es la primera vez que Aleksiévitx viene a Barcelona. En realidad, tiene un público fiel y diversas de sus obras han sido traducidas: Los muchachos de cinc (sobre la guerra de Afganistán: editado por Debate en castellano y Raig Verd en catalán); Voces de Chernobil (sobre la explosión en la central nuclear, editado por Debate i Raig Verd); El fin del "Homo Soviéticus" (sobre los problemas de la transición del comunismo al capitalismo, editado por Acantilado i Raig Verd); y La guerra no tiene rostro de mujer (sobre los padecimientos de las mujeres combatientes en la Segunda Guerra Mundial, editado por Debate).

Escritora del desengaño

Svetlana Aleksiévitx fue una firme opositora a la dictadura comunista, y a pesar de todo, no puede evitar un gran desengaño al analizar los nuevos regímenes implantados en Europa del Este. Afirma que el comunismo "partía de una idea que era buena, pero la realización fue pésima". Ahora bien, lo que vino después no la ha satisfecho: "Resulta que ahora tenemos que vivir con las ratas, con los monstruos que se han liberado al caer los regímenes dictatoriales que les tenían reprimidos". No duda en definir como "ladrones que sólo se quieren repartir las riquezas del país" a los que ahora gobiernan en la antigua Unión Soviética. Reconoce que los intelectuales tienen una responsabilidad con todo este proceso: "Nos sentimos como niños. Vivíamos en un mundo de ilusión. Idealizábamos todo lo que había detrás del telón de acero. Nadie pensaba en el capitalismo. Soñábamos en un socialismo con cara humana y no estábamos preparados para un capitalismo cruel".

El retorno de la dictadura

A Aleksiévitx le gustaría que su país y los de su entorno evolucionasen hacia un sistema socialdemócrata, al estilo del sueco. Pero no es nada optimista: cree que eso tardará mucho en llegar. El futuro inmediato lo percibe como muy complicado: La utopía roja no ha acabado: volverá". Ve muy negativa la situación política de la Europa del Este: "No sabemos qué saldrá de aquí, especialmente con el sentimiento de humillación nacional que domina en Rusia. La gente sólo quiere que Rusia sea un país grande". Para la Nobel es una situación similar a la que se dio en Alemania durante el nazismo, y no es responsabilidad única de Putin: "Dentro de cada ruso hay un Putin. Putin lo único que ha hecho ha sido catalizar las ilusiones de esta gente humillada, frustrada". Lo explica en términos de características nacionales: "Los rusos siempre necesitan una superidea, una idea mesiánica. Ahora es la idea de salvar a Rusia, y con Rusia toda a Europa, que está degradada. Se recurre a cualquier tontería, como las bodas homosexuales. Por motivos políticos se despiertan los aspectos más negros del alma popular. Se ha desencadenado un mecanismo difícil de parar: "Ahora los nuevos patriotas van contra Putin porque piensan que es demasiado débil".

Nadie es profeta...

Las denuncias políticas de la Nobel le han llevado muchos problemas en su país: "En Bielorrusia soy persona non grata. Mis libros no se publican en mi país", explica. Alerta de que en Rusia la situación se va complicando: "Rusia es un país muy grande: es imposible vigilarlo todo. En Rusia se controlan mucho los medios pero hay tolerancia hacia las editoriales", aunque avisa de que el control se está reforzando. Uno de los problemas es que "el sistema soviético autoritario inculcó el miedo a varias generaciones". "A la gente no le gusta lo que pasa, pero no sale a la calle porque está bloqueada, aterrorizada".

Chernobil como aviso

Aleksiévitx, que escribió un libro sobre la catástrofe de la central nuclear ucraniana, advierte que "Chernobil no es una catástrofe del pasado. Es un reto del siglo XXI". Cree que ni siquiera con la tecnología punta se puede prevenir las amenazas provenientes de la naturaleza, tal como se demostró a Fukushima. Advierte que lo que nos plantea este accidente es la necesidad de revisar la relación entre la naturaleza y la sociedad.

Recolectora de voces

La literatura de Aleksiévitx se ha definido como "novelas de voces", porque está basada en la recolección de muchos testigos. Ella estudió periodismo, y su formación es patente en sus obras. Pero asegura que va más allá. Afirma que quiere desarrollar "antenas" para entender la vida de la gente. Y por eso, no es suficiente con recoger información: "Yo me hago amiga de la gente que entrevisto. Y como amiga, les hablo de las cosas que han vivido. Es otro nivel de conocimiento y de sentimiento". A ella, lo que le interesa es la vida de la gente común, "la gente sin ninguna gran idea", "las pequeñas personas de la calle". Afirma que la literatura trata del "misterio de la vida humana" y critica a los que ven el periodismo sólo como un instrumento de transmisión de información: "El periodismo tiene que hacer la transición de la información al misterio", porque si no "seguirá publicando cosas banales".

El fin de un ciclo literario

Svetlana Aleksiévitx se ha hecho muy famosa con sus cuatro libros sobre el periodo soviético, lo que ella llama "Historia de la Utopía Roja". Pero asegura que ya ha dejado de escribir sobre el tema: "Ya he dicho todo lo que tenía que decir sobre eso". Ahora está empezando una obra diferente, basada también en testimonios, pero sobre un tema completamente diferente: el amor. "No hemos venido aquí para morir en la guerra. ¿Cuáles son las finalidades de la vida humana? A buen seguro que tienen que ver con el amor y la muerte". Como ya ha escrito mucho sobre la muerte, ahora quiere hablar del amor. Porque, para ella, la literatura tiene que aspirar a reflejar la dimensión eterna del alma humana. Y aquí el amor ocupa un lugar muy importante.