Llibres del Delicte, la editorial especializada en novela negra, publica en su colección de ensayo una obra sobre los aspectos más oscuros de la justicia española: Els CIE o la il·legalitat institucional, de Raquel Gámez Serrano. Se trata de un estudio divulgativo sobre las estructuras semipenitenciarias más perversas de la Unión Europea: aquellas en que los inmigrantes sin papeles de fuera de la UE son retenidos con las mínimas garantías de sus derechos y con los mínimos controles democráticos. En realidad, aparte de los internos y de los policías que los vigilan, son bien pocos los que conocen los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), ya que el Gobierno español y el Ministerio del Interior hacen todo lo posible para impedir que nadie sepa lo que ocurre en su interior. Los intentos para ganar en transparencia en este ámbito han sido infructuosos.

El horror oculto

Ante esta falta de transparencia, Raquel Gámez se ha visto obligada a recoger datos de forma transversal: a través de informes oficiales y de análisis de las ONG que se ocupan del tema, también ha tenido que recurrir a los testimonios de internos y abogados, que han ofrecido relatos coincidentes, todos desoladores. La ley establece claramente que los CIE no son estructuras penitenciarias, porque acogen a personas que no han sido cerradas por haber cometido delitos. El problema es que los CIE son peores que las prisiones: porque no están a cargo de personal de instituciones penitenciarias, porque las instalaciones no tienen condiciones, porque no hay un control institucional de los centros, porque no hay freno a la voluntad de los guardianes... Pero además, porque suelen estar en muy malas condiciones: falta espacio, faltan mantas, puede haber problemas con el agua caliente, hay problemas con la atención médica, no se garantiza la comunicación del interno con sus visitas... La tensión es máxima y la respuesta de los funcionarios que se encargan del centro es a menudo la violencia. Y, a menudo, se procede a la expulsión de urgencia de los internos que han sufrido vejaciones o han sido testigos de ellas, con lo que se produce una situación de completa indefensión. Incluso ha habido casos de muertes sospechosas en estos centros.

Crónica de un fracaso

Más del 50% de los internos en el CIE de la Zona Franca no son deportados y salen del encierro para reintegrarse a la vida libre. Más atemorizados, eso sí. Y la tendencia es a crecer. Las críticas en el CIEs han llovido desde todo tipo de organizaciones defensoras de los derechos humanos: el Síndic de Greuges, el Defensor del Pueblo, el Colegio de Abogados, Cáritas, SOS Racismo... Pero también ha recibido fuertes varapalos de jueces, del Ayuntamiento de Barcelona e incluso del Parlamento de Catalunya. Pero no parece que haya ninguna voluntad de cambiar las dinámicas actuales.

Va además

La oposición del gobierno catalán y del Ayuntamiento de Barcelona no ha servido para cerrar el CIE de la Zona Franca. Es más, el gobierno español ya ha anunciado que abrirá más CIE. En este caso tiene el apoyo de la Comisión Europea, que el mes de marzo pasado solicitó a los gobiernos europeos que prolonguen la duración de la estancia máxima en los CIE. En España, ahora, es de 2 meses. Bruselas quiere que el plazo se alargue hasta 6 meses, con la posibilidad de extenderlo hasta una estancia de 18 meses en casos graves. El miedo a la infiltración de terroristas islamistas entre los refugiados está reforzando la xenofobia y la desconfianza hacia los inmigrantes. Ante esta situación, hay que evitar que los vacíos legales den pie a abusos y a vulneraciones de derechos fundamentales.

Un libro para una época

En los tiempo que corren, donde el terrorismo está reforzando la xenofobia, este libro es más necesario que nunca, porque pone de manifiesto uno de los aspectos más desconocidos de la democracia española, un ámbito en lo que se ha ejercido, de forma deliberada, la opacidad. La obra de Raquel Gámez es una pequeña introducción a un mundo de arbitrariedades que nos obliga a girar la mirada hacia un fenómeno a menudo incómodo. Y constituye todo un grito de atención sobre este aspecto especialmente frágil de las sociedades occidentales.