Carole Alfarah es una fotógrafa siria que presenta, en Casa Elizalde, la exposición Wa habibi (Oh, mi amor. Siria, 2012-2015) que ha sido promovida per Casa Árabe y por el Institut Europeu de la Mediterrània (IEMED).  Mediante 35 fotografías y un breve audiovisual, retrata los sufrimientos de los sirios ante la guerra que asola su país. Recibe a El Nacional ante sus fotografías y explica su implicación artística y personal en la guerra siria.

 

¿Usted ya era fotógrafa antes del estallido de la guerra?

Sí. Yo empecé a trabajar en 2008 como fotógrafa documental, de forma independiente. Sobre todo me dedicaba a fotografiar la vida de la gente, especialmente de los marginados de mi país. Pero a partir de 2011 empecé a usar la fotografía para documentar lo que estaba pasando en Siria, con el objetivo de que las fotos me ayudaran a entenderlo a mí... Hasta 2015 estuve trabajando en ello.

Yo intento explicar lo que no están contando las noticias

Pero en los periódicos ya abundan las fotos de la guerra de Siria...

Yo intento explicar lo que no están contando las noticias. No me interesan tanto las personas que han tomado parte en los combates, como las personas que no han tomado parte en ellos. Hago un estudio de las ciudades, de la memoria... Quiero documentar lo que he visto, para guardarlo como parte de mi memoria. Cuando hacía estas fotos, no pensaba en hacer una exposición, sólo pensaba en mí.

Y ahora, ¿qué proyectos tiene en marcha?

Ahora estoy trabajando en la postproducción de un trabajo sobre la nueva vida de los refugiados sirios en Europa, que quiero publicar en un periódico y también como cortometraje (será mi primera experiencia en este campo). Ahora vivo en Madrid, trabajando como fotógrafa freelance. En el futuro quiero trabajar sobre gente marginada, continuando los trabajos que hice al principio de mi carrera, pero esta vez en España...

En la exposición Wa Habibi muestra imágenes del período 2012-2015. ¿Cómo ha cambiado el país a medida que pasaba el tiempo?

Yo no pensaba que la imagen de nuestro país iba a cambiar tanto y tan rápido (en realidad, ninguna persona de Siria lo creía). No pensábamos que podía ser destruido tan en profundidad. No pensábamos que podíamos llegar donde hemos llegado. Vengo de Damasco, que en 2006 era una de las ciudades más pacíficas del mundo. Quizá yo era naïf, pero nunca imaginé que iba a vivir una violencia tan inmensa, y tanto odio, tanta destrucción, tanta muerte... Para mí, ésta era una imagen que veía en las noticias de Iraq, de Líbano… O que me llegaba a través de los refugiados armenios o palestinos que estaban en mi país. Nunca pensé que nosotros podíamos tener el mismo destino.​

Carole Alfarah Jordi Bertran IEMED

Carole Alfarah davant les seves fotografies. Foto: Jordi Bertran - IEMED.

¿Cuándo salió del país?

Toda mi familia salió de Siria en diciembre de 2012, de forma legal, con visados. Yo vine a Barcelona, el primer lugar que yo conocí al salir de Siria. Pensaba que estaríamos aquí unos meses; creía que después terminaría la guerra y volvería a Damasco. Yo no quería quedarme en Europa, y por eso volví a Siria. Sentí que estar allí tenía más valor y quería documentar la situación por la que los sirios estaban pasando. Hice varios viajes, y la última vez que estuve allí fue en octubre de 2015.

Ni  siquiera mi familia aceptaba mi decisión de ser fotógrafa

Las imágenes que expone fueron tomadas durante diversos viajes. ¿Podía hacer fotografías libremente? ¿No tenía problemas?

En Siria nunca fue fácil tomar fotos. Creo que elegí el camino más complicado que podía elegir. En Siria hay problemas para los fotógrafos, por razones sociales. Yo vengo de una familia de clase media, de una minoría, y tenía dificultades para ir a otras zonas del país y poder trabajar. La gente desconfiaba mucho y es muy celosa de la intimidad. Además, a veces la gente no acepta que sea una mujer la que lleva una cámara (algunos incluso pensaban que era extranjera, porque hacía fotografías). Ni  siquiera mi familia aceptaba mi decisión de ser fotógrafa.

¿Y había problemas políticos para hacer fotografías?

El gobierno sirio, y su servicio secreto también causan muchos problemas a los fotógrafos. No puedes hacer nada en Siria sin que alguien te esté controlando. Siempre hay problemas: te pueden hacer borrar las fotos, te preguntan porqué estás en la calle... Yo, antes de la guerra, hice un reportaje sobre niños que trabajaban en la calle, y eso ya fue tremendamente difícil. Era complicado encontrar tu forma de trabajar. Y si trabajas de forma independiente, como lo hago yo, todavía era más difícil (sólo tienen cierto margen de actuación los fotógrafos de la prensa pública o los corresponsales de las grandes agencias internacionales). A partir de que estalló la guerra, hacer fotografías, además de problemático, es peligroso… Cualquier persona puede secuestrarte, puedes morir… Y además hay un problema moral. En la guerra hice muchas menos imágenes de las que podría haber hecho, porque había momentos en que no quería hacer fotos, para preservar la dignidad de las personas.

El dolor que Siria sufre hoy es un dolor que afecta a todas las personas sirias…

Wa Habibi Carole Alfarah Jordi Bertran IEMED

Fotografías de Carole Alfarah. Foto: Jordi Bertran / IEMED.

¿Por qué las fotos de su exposición se presentan sin cartelas?

Este es un trabajo que hice básicamente para mí, es muy personal. No quería poner fechas, porque desde que empezó la guerra, hace 6 años, para mí el tiempo está congelado. Y no quería poner lugares, porque lo que está pasando en Damasco es lo mismo que pasa en Homs, en Raqqa… Dolor, heridas… No quiero apoyar la idea de dividir a Siria. El dolor que Siria sufre hoy es un dolor que afecta a todas las personas sirias…

En su exposición muestra imágenes de gente muy diversa: niños, mujeres, adultos... ¿Su intención es ofrecer una visión panorámica de la diversidad de las víctimas?

No me interesa clasificar a la gente, ni por género ni por edad. Todos los que yo he fotografiado forman parte de una misma categoría de gente: los que están sufriendo la guerra, los que no la han elegido. No son activistas, no son militares, no son rebeldes, no son de Estado Islámico... Forman parte de la mayoría de los sirios, los que rechazan la guerra. Son marginados. Son los que lo están perdiendo todo en una guerra que no han querido.

¿Cuál es su foto favorita?

Me gusta, sobre todo, hablar de una imagen. Siria es una sociedad machista, como lo fue España hace tiempo. Pero hay una foto en la exposición que presenta a un hombre tatuado con una calavera llorando, llorando frente a mi, una mujer. Este hombre,  que antes de la guerra con su tatuaje podía presentar una imagen de fuerza, ha sido destruido por el conflicto. La guerra incluso ha roto el comportamiento de los hombres, sus pautas de virilidad; antes era impensable que un hombre llorara ante una mujer. El hombre de la calavera es una persona que no quiere la violencia, a pesar de su apariencia.

El título de la exposición es Wa Habibi (Oh, mi amor). ¿Por qué?

Este trabajo empezó con un libro de fotografías, que es mi propia memoria impresa, pero también una memoria de mi gente. El título del libro era Mi país amado, roto, pero como era muy largo lo dejé en Wa Habibi, el título de una canción de Fairuz, una cantante libanesa que es la gran artista de esta parte del mundo árabe. Es una canción sobre Jesús crucificado, y yo ahora siento a Siria como un país crucificado.

Yo ahora siento a Siria como un país crucificado

En uno de los pocos escritos presentes en la exposición se cita el drama de sentirse extranjero en su propio país y en el país donde se viaja. ¿Es esta su situación?

Es la sensación que sentí las dos últimas veces que estuve en Siria. En Siria hay gente de muchas nacionalidades, involucradas en la guerra, y yo me siento extranjera en mi propio país. Cuando fui en 2015 a mi barrio, la mayoría de los vecinos que yo conocía ya no estaba. Mucha de la gente con la que había crecido había marchado, y los vecinos que hay ahora son nuevos. Yo no reconocía a la gente. No pude ver caras familiares... A mí me gusta Barcelona... Me gusta Madrid... Pero ni en Barcelona ni en Madrid me puedo sentir en casa… Allí donde estoy busco siempre alguna cosa que se parezca a Damasco. Es una tortura.

Allí donde estoy busco siempre alguna cosa que se parezca a Damasco. Es una tortura

¿Qué futuro le ve a su país?

No le veo nada de futuro. Y no soy la única. Con toda la gente que yo conozco, cuando hablamos de qué pensamos de Siria, estamos bloqueados. No puedo ver su futuro. Lo máximo que puedo soñar es que termina la guerra. Ahora estoy esperando. Siento que tengo que seguir: la vida me obliga a vivir, a seguir, pero esto no es lo que quiero. Estoy esperando que termine la guerra. Cuando termine, puedo formar parte del futuro de Siria... Ahora no puedo hacer nada.