Imagen superior: Viñetas de la Esquella de la Torratxa sobre el ocio de las clases acomodadas y populares / Alegret y Picarol

La primera década del siglo XX en Barcelona fue una época compleja, donde al lado de logros que hicieron grande la ciudad en todos los aspectos, como la consolidación de las fiestas de Mercè, el inicio de la apertura de la Vía Laietana, la construcción del Eixample o la anexión de Horta, se encuentran aspectos negativos como las oleadas de bombas, las huelgas, la Semana Trágica o los primeros pasos del lerrouxismo.

Tanto es así que el historiador Ròmul Brotons i Segarra ha escogido el título de La ciutat trasbalsada (Alberti Ediciones) para el tercer tomo de su mirada histórica por la ciudad -completada por los volúmenes La ciutat captiva 1714-1860 y La ciutat expansiva 1860-1900 y de hecho, como explica el mismo autor en el prefacio, en la Barcelona del nuevo siglo se sumaban las características de "metrópoli activa, inquieta, diversa y cosmopolita", que al mismo tiempo tenía sus "contradicciones", como el enfrentamiento constante entre una masa obrera impulsada con desesperación a "mejorar sus penosas condiciones de vida", ante una "burguesía vital y emprendedora que procuraba defender sus privilegios".

La Vía Layetana con los primeros edificios / AFB. Autor: Joan vidal Ventosa

"El recorrido por estos diez años resulta agitado y deslumbrante al mismo tiempo", continúa el autor, ya que se trata de un periodo donde se producen hechos efectivamente conmocionadores, como la oleada de bombas del año 1907, el asalto al Cu-Cut por parte de militares españoles en 1905 o la Semana Trágica de 1909 y todo eso pasa a la vez que se construyen -no sin polémica- edificios como la Casa de les Punxes y la Pedrera, se empieza a abrir la Vía A de la Reforma, es decir la Vía Layetana, esponjando/destruyendo la ciudad vieja, y se consolidan los grandes paseos destinados al ocio ciudadano, en especial el paseo de Gràcia, para las clases acomodadas, y el Paral·lel para las clases trabajadoras, a la vez que aparecen nuevos sistemas de ocio, como los parques de atracciones, las fiestas populares e incluso los espectáculos aeronáuticos.

Aparece la nueva política

En el ámbito político, en esta década se consolidan nuevas maneras de hacer política, alejada del caciquismo de los partidos monárquicos, como el catalanismo -con el ascenso de Solidaritat Catalana- y el republicanismo, que serán motor de la evolución de Barcelona en los siguientes años, y también del movimiento populista y anticatalanista liderado por Alejandro Lerroux, el lerrouxismo.

Con respecto al crecimiento de la ciudad, a la anexión de Horta en 1904 se suman la incipiente colonización del Tibidabo, donde se intenta construir una urbanización en la cumbre -que fracasará como otros dos intentos similares, el del Park Güell y el de Torre Baró-, de manera que el punto más alto de Collserola empezará aquí la vocación lúdica que continúa hasta nuestros días. También es el momento del descubrimiento de Montjuïc, con la creación de los primeros jardines, y la de la construcción de grandes infraestructuras de servicios como el Hospital Clínico, el Palacio de Justicia y la prisión Modelo.

La semana trágica, la gran conmoción

Con todo, es el conflicto de clases el que marca decididamente la década, que tendrá su gran estallido en 1909 con la Semana Trágica, iniciada el 26 de julio con una huelga general convocada por Solidaridad Obrera en protesta por la movilización de reservistas para luchar a las guerras de Marruecos. A la huelga siguieron disturbios, quema de conventos, levantamiento de barricadas e intervención del ejército hasta que la situación se'normalizó' a finales de semana. Sin serlo, desde Madrid se presentó el levantamiento barcelonés como un movimiento separatista, que sirvió para aislar el alzamiento y evitar el contagio en otras ciudades de fuera de Catalunya.

Un tranvía refuerza la barricada en Torrent de l'Olla durante la Semana Trágica / ANC. Autor: Brangulí

Pasada la eclosión llegó la represión, con suspensión de diarios, clausura de centros obreros, cierre de escuelas laicas, detención de unas dos mil personas y finalmente, cinco condenas de muerte, entre ellas las del pedagogo Francesc Ferrer i Guàrdia.

Todo ello da como resultado una década "agitada y deslumbrante" que marca el inicio de un siglo XX que, décadas a venir, todavía tendría que pasar por grandes momentos como la exposición de 1929 y la conmoción superior, la de la Guerra Civil y la dictadura franquista.