La agenda global ha estado sobrecargada esta semana, abrumando en ocasiones el sentimiento y la opinión general. Pero ha habido excepciones. "La buena noticia es que el comercio internacional se está recuperando”, afirmó Paul Romer, economista jefe y vicepresidente del Banco Mundial, en la presentación de las perspectivas económicas de la institución. Sus palabras han supuesto un auténtico mentís a todos aquellos que profetizaban un mundo sin futuro y en manos del proteccionismo.

El síndrome de la “desmundialización” se había reforzado a partir de que en 2016 las progresiones de los intercambios crecieran tan sólo el 1,8% mientras el crecimiento ascendía al 3%, según la OMC y el FMI. El descuelgue parecía que iba a agravarse con la victoria de Donald Trump en las elecciones americanas.

Pues bien, parece que lo que ocurre es exactamente lo contrario, como ya predijo el Banco de Japón en enero. En 2017, el crecimiento debería alcanzar el 2,7% mientras el comercio lo haría a un ritmo del 4%. Es decir, que el sector exterior se transforma en el motor de la economía mundial.

El sector exterior se transforma en el motor de la economía mundial

El impulso se explica por una reactivación de las inversiones productivas -los bienes de equipo- más que por los productos de consumo. La recuperación de la inversión se aprecia en las economías avanzadas, como Europa, pero también en los países productores de petróleo y de materias primas, con renovada capacidad financiera.

En el informe se hace también hincapié en un área clave del comercio internacional que muestra debilidad, "el de las transacciones entre empresas que no están ligadas entre sí por relaciones de propiedad. En los últimos años, este tipo de intercambios, realizado a través de canales de tercerización, se ha reducido mucho más que el comercio dentro de las compañías, o intraempresas".

La tercerización puede estar replegándose a causa de que las ventajas que durante 30 años ofreció el arbitraje se están perdiendo. En China, los salarios fabriles están aumentando, y las firmas locales en Occidente se han sofisticado pudiendo hacer más cosas sin trasladar su fabricación fuera.

Todo esto está provocando una reestructuración de la globalización, no una victoria del proteccionismo. Según Daniel Gros, director del Center for European Policicy Studies, "EEUU no ha tomado ninguna medida que sugiera una nueva era de proteccionismo".

La tercerización puede estar replegándose a causa de que las ventajas que durante 30 años ofreció el arbitraje se están perdiendo

Donald Trump ha protestado por la acumulación de déficits comerciales al asociarlo con la congelación de las rentas en zonas fabriles del país, pero este problema puede depender más de inversiones públicas capaces de reanimar las iniciativas privadas que de aranceles. En el último G-7, el fogoso inquilino de la Casa Blanca se mostró satisfecho con que el comunicado final, a favor del libre cambio, incluyera la voluntad conjunta de alcanzar un comercio justo.

Hay muchas señales. En la conferencia celebrada en mayo en Los Angeles por el Milken Institute, considerada el Davos americano, Wallmart y otros grandes grupos minoristas pusieron en marcha un lobby para bloquear cualquier iniciativa que amenazase sus intereses. EE.UU. es un universo empresarial que ya detecta sus fallas en otros terrenos que no son el comercio, lo que no significa, piensan, que el país deba subvencionar gratuitamente economías acostumbradas a ir a remolque.