Durante los últimos años, el mundo ha vivido dentro de la "nueva normalidad", pero esta etapa toca a su fin. Ahora comienza una nueva fase con Donald Trump y el cuasi seguro nuevo presidente francés Emmanuel Macron, que quizá pueda conocerse como la "nueva modernidad".

La "nueva normalidad" fue un término que puso en boga la sociedad financiera norteamericana Pimco, en la que los bancos centrales tomaban las riendas de las economías avanzadas para evitar una recesión global. Los tipos de interés ultrabajos y las compras masivas de bonos fueron sus herramientas principales. Su propósito era, por un lado, dar tiempo a los gobiernos para rehacerse, y por otro, reanimar a los mercados financieros con el fin de estimular a la postre la inversión y con ello, la productividad y el crecimiento. Pero, como ha reconocido recientemente Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal, la productividad, que es el factor determinante de nuestro nivel de vida, sigue siendo "muy baja". Por ello, el crecimiento ha sido en esta larga etapa lento y bajo. Además, la desigualdad ha aumentado en el G-7. Todo ello ha hecho necesario la búsqueda de nuevos catalizadores. Es en la política donde se van abriendo paso los nuevos enfoques del futuro, aunque en ocasiones sean contradictorios.

Es en la política donde se van abriendo paso los nuevos enfoques del futuro, aunque en ocasiones sean contradictorios.

El muy joven y "chic" Emmanuel  Macron se refiere al "viejo mundo" cuando habla de lo que quiere dejar atrás. El líder de En Marche! es muy crítico con el modelo de crecimiento francés, basado en el gasto público, y se muestra más cercano al modelo alemán, centrado en el ahorro y la inversión. Es el contrapunto de la nostalgia del país, de la France, porque él no se inscribe en el pasado. Es el heraldo de la "French Tech" y como ministro vendió las startups galas en Teli Aviv, Japón y Dallas. 

Dada la proximidad de sus planteamientos económicos con los de Berlín, Macron fortalecerá el eje Francia y Alemania, impulsando la zona euro, donde Angela Merkel se muestra firme partidaria del libre comercio frente a Donald Trump.

Éste se mantiene fiel al lema "América primero" y cuenta para ello con el apoyo de los mercados financieros. Y en gran medida le dan la razón sobre el sector exterior ya que, si el proteccionismo daña las empresas, ¿cómo es que un Wall Street, plagado de multinacionales, ha alcanzado máximos históricos?

Macron fortalecerá el eje Francia y Alemania, impulsando la zona euro, donde Angela Merkel se muestra firme partidaria del libre comercio frente a Donald Trump.

Este debate ha llegado a las últimas reuniones celebradas por el FMI la pasada semana. El comunicado final del Comité financiero y monetario, órgano principal del FMI, omitió su tradicional "rechazo a todas las formas de proteccionismo" por "estamos trabajando en cómo el comercio puede fortalecer nuestras economías". A su vez, el presidente del Banco de México y presidente del Comité, Agustín Cartens, justificó el cambio debido a que el proteccionismo, dijo, es un término "ambiguo". Todo un giro que se podría calificar de histórico. 

Entramos en un nuevo paradigma. El viejo, el de la teórica cooperación trajo consigo, según sus críticos, una Gran Recesión, una mayor desigualdad, y un crecimiento bajo. Sería cosa, por tanto, de tentar otras sendas.

Estas nuevas vías pueden traer mayor injerencia de la política en la economía, más conflictos, dado que, planes de infraestructuras aparte, la competencia salta del ámbito empresarial al de los propios países. Ya no es tampoco tiempo para una lucha de clases ante la perspectiva, no de una cuarta revolución industrial, sino de naciones.

En 2022 no creceremos probablemente más que ahora en las economías avanzadas

La búsqueda urgente y la pugna por el crecimiento se han colado también en el FMI. En sus pasadas jornadas, dos expertos, Vitor Gaspar y Laura Jaramillo, han escrito:"Los países pueden incrementar considerablemente la productividad eliminando los obstáculos que limitan la actividad de las empresas más productivas". Y añaden: "Estos obstáculos impiden que las empresas productivas se expandan y permiten que otras sobrevivan, a pesar de ser improductivas". Es decir, debe ponerse en marcha el mecanismo de creación-destrucción descrito por Schumpeter, en vez de seguir manteniendo el statu quo a través de sistemas tributarios ineficientes. Ya hay movimientos.

Además, el panorama que pinta el FMI no es de color rosa. La demografía, el envejecimiento de la población en los países avanzados, la desigualdad, las tensiones geoestratégicas y el riesgo de errores políticos hacen que la perspectiva del futuro se incline a la baja. En 2022 no creceremos probablemente más que ahora en las economías avanzadas. Puede ser que nos encaminemos hacia una nueva modernidad un tanto incómoda.