Los 27 países miembros de la UE celebran el 60 aniversario de su acta fundacional, el Tratado de Roma, bajo el signo de la división, pero sin perder el sentimiento de pertenecer a una familia común. Esa es la fortaleza y la debilidad de una alianza que si bien no ha logrado ofrecer el paraíso prometido se ha mantenido fiel a las mismas preferencias que caracterizan al continente, las libertades y la solidaridad.

Pese a sus logros pasados, Europa vive una crisis existencial en que se ha planteado incluso si era capaz de resistir al desafío de crisis en serie y a ritmo de repetición. Jamás ha habido tantos conflictos en su entorno que hayan cuestionado su propia seguridad. Las guerras en Siria e Irak han producido mareas de refugiados que han cuestionado sus fronteras, sus resistencias y su propio nivel de tolerancia ante el mundo de los "otros". El terrorismo del Estado islámico ha provocado un espanto colectivo, el conflicto Ucrania-Rusia mantiene en ascuas al Norte de la UE, mientras el Brexit ha abierto un boquete en la unidad de un conjunto debilitada por la permanente insolvencia griega.

El terrorismo del Estado islámico ha provocado un espanto colectivo, el conflicto Ucrania-Rusia mantiene en ascuas al Norte de la UE

Hace años, antes de la creación del euro, hablé en Basilea con Alexandre Lamfalussy, el conde Lamfalussy, cuyo prestigio en el mundo de las finanzas hizo que recayera en su persona la responsabilidad de diseñar el futuro de la moneda única. Pues bien, en aquel entonces se hablaba, especialmente en Alemania, de la conveniencia de poner en marcha una Europa a dos velocidades dadas las diferencias de partida entre los países miembros. Así que le pregunté sobre cómo se planteaba esta cuestión. Y él me respondió: "Por las mañanas, pienso que no queda otra opción, que la Europa a dos velocidades es inevitable. Y por las tardes, cambio de opinión porque se me echan encima los miedos y las preocupaciones por los problemas políticos que esa solución suscitaría".

A Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, le ha sucedido algo parecido, porque después de manifestarse a favor de una Europa de "geometría variable", ha abierto en su último informe sobre el futuro de la UE con cuatro caminos posibles: "seguir adelante con la agenda actual, centrarse en el mercado único, permitir que algunos países avancen más rápido que otros hacia la integración o rebajar la agenda a favor de una integración más uniforme". El caso es dar un mayor margen a la soberanía nacional (que es un invento europeo), sobre la cual se mantiene un respetuoso consenso: no llega a un quinto de los europeos los que están en contra.

La cuestión viene de la propia fundación de Europa, auspiciada por EEUU para evitar nuevas guerras mundiales. De manera que todo empezó en 1950 con la Comunidad del Carbón y del Acero auspiciada por Washington y a cuya cabeza figuraron Robert Schumann y Jean Monnet. La idea era que la economía precediera a la política en el camino hacia una mayor integración. 
Pero la unión política, el sueño del federalismo, ha quedado empantanada por la falta de sumar esfuerzos económicos. No hay un presupuesto común ni una política fiscal común, y la unión monetaria se ha estancado por el profundo desacuerdo francoalemán sobre la gestión del euro y sobre la delimitación de fronteras entre solidaridad y la responsabilidad de cada país miembro.

No hay un presupuesto común ni una política fiscal común, y la unión monetaria se ha estancado por el profundo desacuerdo francoalemán

En este estado de cosas, la UE y el BCE han sido capaces de ofrecer soluciones ante shocks concretos y graves como la crisis financiera global de 2008 y la posterior de la zona euro, pero no han logrado definir un programa y un proyecto de futuro.

Quizá el declive que ha vivido estos años Francia bajo la presidencia de François Hollande ha impedido la formación de un liderazgo imprescindible al quedar sola al timón Angela Merkel, hoy cuestionada por el problema de los refugiados. De momento, tenemos el formato ofrecido en la reciente cumbre de Versalles, donde se ha agregado a Italia y España a la primera velocidad de la UE. 

Habrá que esperar a conocer los resultados en abril de las elecciones francesas. El candidato favorito ahora mismo es Emmanuel Macron, que se define en economía proalemán, es decir, a favor del rigor presupuestario y de la inversión, principalmente en nuevas tecnologías.

Lo importante para Europa ahora quizá sea mantener la esperanza antigua que forjó en sus orígenes y diseñar un plan de futuro, superando las urgencias, para devolver a los europeos la confianza en un mundo dominado por una gran volatilidad.

El grave atentado del Estado Islámico en Londres, que dejó 5 muertos en Westminster, y la amenaza del presidente turco Erdogan, quien ha advertido que “los europeos no podrán andar seguros por las calles”, indican que la renovación europea se hará bajo tensión.