Sabadell conmemoró recientemente el 30.º aniversario de la muerte de Pere Quart, seudónimo de Joan Oliver, un escritor burgués, rebelde y desvergonzado, una de las grandes figuras de la literatura catalana del siglo pasado. La progresía reunida en el acto organizado por el Ayuntamiento de Sabadell, ciudad natal de Oliver, se había reunido en corro y su conversación destacaba su vertiente revolucionaria e izquierdosa más que la nacional y cultural. Allí estaban, dale que te pego, comentando algunos poemas de Navidad irreverentes de Oliver, sus belenes críticos, etcétera. Un gran jijíjajá. Sílvia Oliver, la hija, estaba en ese grupo. Tomó la palabra y dijo: "Sobre todo este asunto de los belenes, quiero decir que el Joan Oliver que yo recuerdo no es como el que recordáis vosotros. Porque el mío era más dulce. Me recitaba un poema muy bonito y clásico cerca del belén. Porque mi padre no era creyente pero toda la vida conservó un Nuevo Testamento en la mesilla de noche. Y era muy respetuoso. Su primera mujer era católica y cuando la llamaba desde Chile, le decía: «No sufras, amor, que ya he ido a misa»". El grupo cambió de tema.