El barrio de Malá Strana es una visita habitual en la ciudad de Praga. Muchos acuden a partir de tours que, para más información, no son excesivamente caros (cuestan unos 10 euros) y están disponibles en más lenguas que el inglés. Después de una extensa visita al castillo -que por sus dimensiones parece más bien un recinto palaciego- es el turno de las callejuelas de la parte baja del barrio.

Si el rígido frío de invierno o el calor estival no te han devorado antes -Praga es de clima continental-, llegarás, en una de las últimas paradas de este tour, a un muro pintado con infinitos colores que resalta en el paisaje del barrio. Algunos guías dicen que se trata del "muro del turista", lo que en principio no suena extraño: Praga recibe a muchísimos visitantes, por lo que se les puede haber adjudicado un lugar para que dejen su huella en la ciudad. Pero hay mucho más que eso.

Esta pared donde ahora la gente se hace 'selfies', busca el encuadre perfecto para la foto de Instagram o hace pintadas mostrando el amor por Justin Bieber -ha pasado- nació un día como muro de la libertad de expresión. Una libertad reflejada a partir del asesinato de John Lennon en el año 1980. Eran tiempos de la no tan lejana época comunista, por lo que aquel trozo de pared de Praga se convirtió en el único lugar de la antigua Checoslovaquia donde era posible expresarse -sin palabras, pero con pinceles- con libertad.

El muro de Lennon, el año 1981. Imagen: Wikipedia

No se trató, aquello, de una cesión benévola del Partido Comunista. Un grupo de estudiantes cansados de la situación pintaron la cara de Lennon en aquel muro blanco cuando se supo de la muerte del músico. La pintada fue borrada al día siguiente, pero volvió a aparecer al cabo de unas horas. Y así sucesivamente, hasta que, por sorpresa, las autoridades dieron el muro por imposible.

Fue un gran triunfo de la sociedad checa de entonces, teniendo en cuenta de donde venían. Como por ejemplo el caso del estudiante Jan Palach, otro emblema nacional, que se inmoló en medio de la Plaza de Wescenslao para protestar contra la represión comunista, en el año 1968. Así, muchos artistas entraron en prisión o fueron obligados a emigrar por sus obras, como también se arrestaron a disidentes. Incluso se dice que no eran pocos los espías infiltrados en la ciudad, hecho que acabó provocando una especie de "parálisis colectiva" en que nadie se fiaba de nadie, ni siquiera de los seres queridos. Desde el año '80, pues, el muro se convirtió en una vía de escape para todo esto.

El muro de Lennon, en 2016. Imagen: Pixabay

En la actualidad el debate es si hace falta limitar las pintadas en esta pared, para que las caras de John Lennon, los escritos de "no a la guerra" o las banderas del Tíbet, entre otros, no queden tapadas por pinturas sin esta clase de mensajes. Muchos lo tienen claro: guste o no lo que la gente ahora escriba, limitar el uso libre del muro iría en contra de su función inicial, que es la de escribir lo que se quiera, sin tener que ser penado por hacerlo. Eso es lo que convirtió al muro en el emblema de la libertad de expresión en el país.

"Ahora que ya sabéis esto, sí, podéis haceros la típica foto", anuncian los guías una vez explicada la historia... Es entonces cuando el turista se siente de alguna manera intimidado. La foto que se iba a hacer ya no será la misma. Quizás, incluso, acaba por no hacérsela: y es que si ha escuchado con atención la historia, aunque no tenga el 'selfie' de recuerdo, difícilmente podrá olvidar el significado de este escondido rincón de Praga.