A Risto Mejide se le llena la boca llamando calientapollas a una invitada que no está interesada en el chico con el que le proponen una cita en su mierda de programa, su compañero de piso. Pérez-Reverte comparte fantasías sobre violencia sexual y asesinatos en la mesa de uno de los mejores restaurantes de Madrid y nos lo escribe en su columna del XL Semanal. Uno, articulista y presentador de televisión en la cadena de mayor audiencia del país; el otro, autor de numerosos best-seller, miembro de la Real Academia Española de la Lengua y distinguido con todos los premios habidos y por haber. Ambos muy seguidos en redes sociales. Influencers que se dice ahora.

Todos los acusados por la violación de los Sanfermines mantienen que lo hicieron porque la chica quería, a pesar de estar ella agarrada por cinco monstruos, bajo los efectos de las drogas e inconsciente. Que los provocó. Que merecía ser violada porque se puso a hablar con ellos. Ahora leerán o escucharán a estos dos mamarrachos de la burguesía y tendrán el consuelo de no estar solos. ¿La chica que no quiere ser novia de su compañero de piso? Calientapollas. ¿La de las tetas grandes? Calientapollas. ¿La que va borracha y es drogada y violada por cinco? Calientapollas. Calientapollas. Calientapollas.

Los dos forman parte del paisaje patriarcal del que se nutren y a la vez perpetúan. Forman parte de la Manada, como Jorge Cremades, como tantos otros. "Intelectuales" que crean discursos que otros ejecutan con violencia física con la que ellos fantasean, ésa a la que ellos no se atreven o, vete a saber, les está negada por su condición de señoritos. La violación no es sólo anatómica. Vivimos en la cultura de la violación.

Ser calientapollas es un estigma, el que se va a llevar toda la vida la chica de los Sanfermines, que seguramente conseguirá una sentencia histórica, ya que el fiscal ha pedido 22 años para cada uno de los acusados. Que sólo se fijen en tus tetas y ser tratada como un pedazo de carne sobre los que otros vierten sus privilegios masculinos es lo que nos pasa a todas las mujeres cada vez que ponemos un pie en la calle. 

Se le llena la boca llamándola calientapollas, dice el publicista. Como cuando tienes una grande y gorda metida en la boca, pensará. La chica, que acostumbraba a tratar con cariño a su compañero de piso e incluso le había dado la mano en el cine, es el tipo de mujer a la que Risto considera una zorra. Supongo que Risto no ha reparado en que la chica le podrá dar la mano a quien ella quiera, como hacen los tíos, ni, por supuesto, que muchas veces acceder a coger la mano u otros gestos de cariño son también compromisos a los que nos vemos abocadas las mujeres para no herir el ego testosterónico de hombres que no entienden el "no es no". ¿Habrás pensado, querido Risto, que en España se produce una violación cada ocho horas por tipos a los que se le calienta la polla? Si ni siquiera podemos tocar una mano ¿dónde está la frontera entre calentar y no calentar? Danos las claves, por favor.

La frágil masculinidad necesita cada vez ser más defendida en público, necesita ser alabada y aplaudida por toda la 'Manada'

Desmembrando el discurso de Reverte se nos aparece el deseo siempre latente de ejercer la violencia contra las mujeres: querer follarse a alguien que no quiere y ponerse cachondo con semejante fantasía. Cosificando a la mujer hasta la saciedad, hasta despojarla de cualquier sesgo humano. Más que un relato, es un desvarío fruto de una paja mental con semen de movilidad reducida, el que le queda en sus varoniles atributos al académico.

Pero no llegaba. Teníamos que saberlo todos. El abuelo se puso adolescente y le hizo una pornovenganza en toda regla a Cristina Hendricks, que ni siquiera se había enterado de ser el objeto de deseo en la mesa de al lado. La frágil masculinidad necesita cada vez ser más defendida en público, necesita ser alabada y aplaudida por toda la Manada. Los de San Fermín no sólo violaron, también grabaron la impúdica hazaña para compartirla con el mayor número de hombres posible. Pérez-Reverte y Risto hicieron lo mismo. La reunión de la que habla el escritor tuvo lugar hace un año como han demostrado varias capturas de Twitter, y el escritor llevaba amenazando desde entonces a sus amigotes para que alguien escribiese del tema, como bien dice en su artículo: “No se atreven. Mucha chulería de boquilla, pero no se mojan”. ¿Para qué se va a quedar la conversación sobre unas tetas en la intimidad de una cena pudiendo compartirla con España entera? Risto también mostró dudas ante lo políticamente incorrecto: “Lo que estoy pensado no lo puedo decir… Pero esto en mi pueblo tiene un nombre. Qué coño, lo voy a decir. Esto es ser una calientapollas”. Qué coño, con dos cojones.

Ahora el padre del Capitán Alatriste dice que era broma. Que no hemos pillado la metáfora. Las alegorías de su cuidado lenguaje. Comprende que creamos que eres un cobarde, Arturo. Y por eso has mencionado a personas sin su permiso para apoyar tu historia. Conozco a Manuel Jabois desde hace varios años, creo que no merece ser metido en ese saco al que lo has arrastrado. Y comprende también que la perspectiva humorística de las mujeres –seres fácilmente violables– no es la misma que la tuya, que, sólo por ser hombre, formas parte del grupo de los violadores.

Y ahora os pido a los dos, el asaltacunas enamorado y el pitopáusico histérico, dejad de perpetuar el machismo de una vez. Dejad de alimentar a la Manada. Tenemos bastante con la violencia continuada, con el miedo, con la vergüenza, con los complejos. Nos tenéis hasta el coño con las movidas de vuestras pollas. 

 

A pesar de que el autor escribe literalmente que “esa gringa no puede escaparse viva” y que al marido “habría que romperle el morro” y “darle plomo” la autora ha modificado los conceptos violación y feminicidio para no herir sensibilidades dada la interpretación literal de términos.