Las contradicciones de la monarquía son habituales y constitucionales. Hacer prevalecer al hombre sobre la mujer o ser jefe del Estado sin pasar por las urnas son dos de las más flagrantes. Ahora asistimos a otra pifia de la reina Letizia. La semana pasada decidió llevar a sus hijas el primer día de escuela con los cristales del coche tintados y sin hacerse una foto oficial como han hecho el resto de las monarquás europeas. Un despiste que le ha valido la crítica unánime de los medios, incluso de los menos republicanos. Hoy ha quedado en evidencia que el problema de hacerse fotos con menores en edad escolar sólo lo tiene si estos niños son sus hijas.

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La reina ha abierto el curso escolar 2017-2018 en una escuela pública de Tenerife, concretamente en la San Matías en uno de los barrios más humildes de La Laguna, en un acto con el ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo. Letícia Ortiz no ha dudado a hacer entrar las cámaras de la agencia pública de noticias y no ha dado orden de pixelar las caras de los niños y niñas canarios de entre 3 y 7 años. Alguno se la miraba con cara de "y a mí qué me explicas".

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Prohibido hacer fotos a las suyas, mano ancha con los otros. Aunque la reina tiene órdenes estrictas que a sus hijas no se las trate de "altezas", ha iniciado una batalla con los padres de alumnos de la escuela de la princesa Leonor y de la infanta Sofía. Les ha prohibido que registren con móviles las actuaciones teatrales que hacen al final de trimestre los alumnos para que nadie difunda imágenes de sus niñas y pone cucharada, nunca mejor dicho, en el menú que sirven a la Escuela Los Rosales.

leonor sofia letizia gtres

Sobreprotección o no, lo cierto es que la reina quiere hacer valer los dos mil euros que le cuesta la matrícula mensual de las niñas. O mejor dicho, los dos mil que nos cuestan a todos nosotros.